Daenerys y el Dragón Azul

Juego de Tronos. Daenerys Targaryen, llamada Daenerys de la Tormenta, La que no Arde, Rompedora de Cadenas y Madre de Dragones.

Dragona Saphira

Película Eragon.

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viernes, 17 de septiembre de 2021

CUENTO CHINO DEL DRAGÓN TRAS LA HIBERNACIÓN


Hubo una vez un sabio que leía en el piso superior de su casa. 

Era un día nublado de lluvia y el tiempo era desapacible. 

Él vio algo pequeño que brillaba como una luciérnaga. 

Se arrastraba por la mesa y, a su paso, iba dejando un rastro negro y curvado como el de las lombrices. Poco a poco llegó al libro y también el libro se volvió negro. 

Entonces pensó que podría tratarse de un dragón. Por eso lo cogió con el libro y lo sacó a la puerta. 

Él se quedó un buen rato allí, pero el animal estaba muy tranquilo, sin enfadarse lo más mínimo. El sabio le habló:

 «Que no se diga que he sido descortés». 

Volvió a meter el libro en la habitación y lo dejó sobre la mesa. 

Luego se puso el traje de fiesta, hizo una profunda reverencia y le acompañó afuera. Apenas había llegado a la puerta, vio que levantaba la cabeza y se estiró. Se echó a volar por encima de los libros con un zumbido e iba formando un rastro brillante en ellos.

 Serpenteó en dirección al sabio y su cabeza ya era del tamaño de una vasija y su cuerpo tenía el perímetro de una braza. 

Otro serpenteo: entonces se oyó un horrible trueno y el dragón se marchó volando por los aires. 

El sabio entró y vio por dónde había venido el animalito. El rastro iba y volvía a la cesta de libros.



viernes, 10 de septiembre de 2021

LOS REYES DRAGÓN DE CHINA


Leyendas chinas

Aunque muchas culturas tienen un miedo profundamente arraigado por el dragón y otras criaturas parecidas a serpientes, la mitología china tiene una perspectiva muy diferente. Creen que el dragón es responsable de muchos obsequios benévolos, como las buenas lluvias que a su vez traen buenas cosechas, y quizás incluso la vida misma. 

Hay varios cuentos que sugieren que el dragón es la criatura mitológica más importante de todas. De hecho, esta criatura es tan respetada en la cultura china que durante muchos años solo a los emperadores se les permitió tener algún objeto que representara o estuviera asociado con el dragón.

Los Reyes Dragón de China

Se pensaba que los Reyes Dragón eran deidades grandes y poderosas que vivían en palacios de cristal mágicos debajo del mar. Mucha gente pensaba que estos castillos eran parte del inframundo y, como tales, solo se podía llegar a ellos a través de entradas y cuevas secretas.

Se pensaba que había cinco Reyes Dragón. Controlaron las lluvias y gobernaron las aguas. Cuatro de los cinco reyes se colocaron en los puntos cardinales (norte, sur, este, oeste) y gobernaron sobre su propia sección de mar. 

El principal Rey Dragón vivía en medio de estos cuatro reyes.

Se pensaba que los Reyes Dragón eran fuerzas divinizadas de la naturaleza. Cuando los dragones de agua subieron a la superficie del océano, se pensó que habían causado tifones. Cuando volaron, hubo fuertes lluvias y, a veces, huracanes.

Dongfu - el gran entrenador de dragones

La leyenda nos cuenta que una vez vivió un hombre que tenía un gran amor por los dragones aunque no formaba parte de la familia real. 

Nació con el don único de comprender la voluntad de los dragones, lo que a su vez le permitió criar a estas bestias para que fueran criaturas buenas y nobles.

Cuando el emperador Shin se dio cuenta de sus habilidades, invitó al hombre a vivir en el palacio real para que pudiera entrenar dragones. Incluso le dio a Dongfu un nuevo nombre que normalmente estaba reservado para la familia real: 'Huanlong'. 

Este nuevo nombre (Huanlong) significaba 'criador de dragones'. Por lo tanto, Huanlong pasó a vivir una vida larga y próspera.




sábado, 5 de septiembre de 2020

LAS CUATRO BESTIAS SAGRADAS: EL UNICORNIO CHINO


Hay un antiguo mito chino que explica la creación del universo. En un principio, el universo no era más que un huevo. El cielo y la tierra no estaban separados. Las estrellas y los planetas eran uno. Pero cuando el huevo agrietado del universo, Caos, se derramó, Cielo y la tierra se separaron y las estrellas y los planetas se separaron.

En este caos llegó P'an Ku, el primer dios / humano. Le llevó 18.000 años crear el universo actual y la tierra. Fue asistido en esta obra de la creación por los cuatro animales más afortunados: el dragón, el fénix, la tortuga y el unicornio. Cuando se completó la obra de P'an Ku, murió. 

El dragón se refugió en los mares. La tortuga se metió en los humedales pantanosos. El fénix se elevó en el cielo y voló a las tierras abiertas. El unicornio corrió al galope en los bosques verdes. 

Estos cuatro animales sagrados se convirtieron en los guardianes de los reinos ocultos en la tierra y más allá de esos lugares, en los que su fuerza no ha disminuido por el contacto con los seres humanos.






martes, 26 de mayo de 2020

LA PRINCESA DRAGÓN




Junto al lago de Dungting hay una montaña. En la montaña hay una caverna, que es tan profunda que no tiene fondo. 

En una ocasión, hubo un pescador que cuando iba andando por allí, se escurrió y se metió dentro. Llegó a un lugar lleno de caminos maravillosos que se extendían durante muchas millas, pasando por valles y montañas. 

Al final, llegó al palacio de un dragón, situado sobre una amplia llanura. Allí había una capa de limo verde que le llegaba hasta las rodillas. Llegó a la puerta de entrada del castillo. Un dragón montaba la guardia; escupía agua que se convertía en luminosa niebla. 

Al otro lado de la puerta, dentro del recinto, había un dragón sin cuernos, que levantaba la cabeza, le señalaba con la garra y no le dejaba entrar. El pescador pasó varios días en el agujero. Calmaba el hambre con el lodo verde, que sabía como las plantas de arroz. Por fin se volvió a encontrar fuera. 

Contó lo que le había sucedido al hombre del ministerio, que a su vez informó al emperador. El emperador hizo llamar a un sabio y le preguntó por aquel asunto. 

El sabio le respondió: 

«Ese agujero tiene cuatro salidas. Una lleva a la orilla sudoeste del lago Dungting. La segunda lleva a un valle del país de las Cuatro Corrientes, la tercera desemboca en una caverna de la montaña Lofu y la cuarta en una isla del mar del Este. En ese agujero vive la séptima hija del rey dragón del mar del Este, la cual se dedica a vigilar sus perlas y tesoros. 

En los tiempos antiguos, ocurrió que un aprendiz de pescador robó una perla que estaba bajo la barbilla de un dragón negro. El dragón estaba dormido; por eso el muchacho pudo robarle la perla sin correr peligro. El tesoro de la hija del dragón está precisamente constituido por miles y millones de esas nimiedades. Tiene varios miles de dragoncillos a su servicio. Los dragones tienen la característica de tener miedo de la cera. Les encantan las piedras de jade que son bonitas, las cavernas donde hay verdín y les gusta comer golondrinas. Cuando se les envía un emisario, pueden regalarle costosas perlas». 

El emperador se alegró muchísimo y ofreció una gran recompensa a aquel que fuera capaz de ir al palacio del dragón como emisario. 

Primero se presentó un hombre que se llamaba So Pi-Lo, pero el sabio dijo: 

«Un antepasado tuyo mató hace mucho tiempo a cien dragones del mar del Este y los dragones le mataron al final. Los dragones son enemigos de tu familia, así que tú no puedes ir». 

Luego llegó un hombre de Cantón, Lo Dsi-Tschung. Éste, que venía con dos hermanos, dijo que algún antepasado suyo había estado políticamente emparentado con la familia del rey dragón. Por lo tanto, estaban en buenas relaciones con los dragones; en consecuencia, rogaban que les dejaran ser los emisarios. El sabio les preguntó: 

«,Tenéis todavía la piedra que doblega a los dragones?». 

«Sí le contestaron , la hemos traído.» 

El sabio hizo que se la mostraran. Después se dirigió a ellos:

«Esta piedra sólo sirve para los dragones que hacen las nubes y que envían la lluvia: no sirve para los dragones que guardan las perlas del rey del mar». 

Les volvió a preguntar: 

«¿No tenéis nada para someter a los dragones?». 

Cuando dieron una respuesta negativa, el sabio les preguntó:

«¿Cómo vais a someter entonces a los dragones?». 

El emperador preguntó: 

«¿Para qué?». 

El sabio le contestó: 

«En el mar del Oeste hay comerciantes extranjeros que venden pases para tratar con dragones. Hay que ir allí e intentarlo con ellos. También sé de un hombre santo que es un entendido en los secretos de los dragones y que tiene diez libras de piedras de dragones preparadas. También habrá que enviar a alguien allí». 

El emperador envió embajadores, que se encontraron con un discípulo del santo y que consiguieron de él dos piedras planas. El sabio dijo: 

«Ésta es la piedra correcta». 

Pasaron algunos meses y y consiguieron una píldora para poder estar entre los dragones. El emperador estaba muy contento e hizo que sus joyeros cortaran dos tablillas del jade más fino, que fueron pulidas con las cenizas del árbol de la cólera; luego hizo preparar una esencia del más fino verdín de las cavernas, al que dio consistencia con gelatina de pescado y fue endurecido al fuego. Con ese material construyó dos jarrones. Luego hizo que los emisarios se untaran de cera vegetal el cuerpo y la ropa y les dio quinientas golondrinas asadas. Así se dirigieron a la caverna. 

Al llegar al palacio del dragón, el pequeño dragón que estaba de centinela a la puerta olió la cera. Se encogió y no les hizo nada. Entonces le sobornaron con cien golondrinas para que les anunciara a la hija del dragón. Les dejaron entrar y presentaron como regalo los jarrones, las tablillas de jade y las cuatrocientas golondrinas. La hija del dragón los acogió con agrado y entonces le entregaron la carta del emperador. 

En el palacio había un dragón de tres mil años que podía convertirse en hombre y que podía traducir el lenguaje de los hombres. La hija del dragón entendió entonces que el emperador le había mandado un regalo y correspondió con tres grandes perlas, siete perlas pequeñas y un cántaro lleno de perlas corrientes. Los emisarios se despidieron, montaron con sus perlas sobre un dragón y al instante se encontraban a la orilla del Yangtsekiang. Entonces se dirigieron a Nanking, la capital del imperio, y allí le entregaron las perlas al emperador. 

El emperador estaba muy contento y se las mostró al sabio. Él le dijo: 

«De las tres grandes perlas, una es una perla de los deseos de los dioses de tercera calidad y dos son perlas de dragón negro medianamente buenas. De las siete perlas pequeñas hay dos perlas de serpientes y cinco son perlas de bivalvos, todas ellas de primera calidad. El resto de las perlas son en parte perlas de grullas marinas y en parte perlas de ostras y caracoles. No se iguala su valor con el de las perlas grandes, pero en tierra habrá pocas perlas idénticas a ellas». 

El emperador se las mostró más tarde a toda su servidumbre, que tomaron las palabras del sabio por bobadas y no se creyeron nada de lo que había dicho. El sabio respondió: 

«La perla de los deseos de primera calidad tiene un resplandor que se ve a cuarenta millas de distancia, la de calidad media a veinte y la de tercera a diez millas. Mientras se vea su brillo no hay viento ni lluvia, ni truenos y relámpagos, no hay agua, ni fuego ni armas. Las perlas del dragón negro son de nueve colores y lucen de noche. En cuanto se ve su luz, el veneno de las serpientes y de los insectos queda anulado. Las perlas de las serpientes son de siete colores, las de los bivalvos de cinco. Todas ellas lucen de noche. Las mejores son las que no presentan manchas. Se producen en el estómago de los bivalvos y crecen y decrecen al ritmo lunar». 

Cuando uno de ellos le preguntó cómo se distinguían las perlas de las grullas y de las serpientes, el sabio le respondió: 

«Los propios animales las reconocen». 

El emperador hizo que se eligieran en secreto una perla de serpiente y una de grulla y las mezcló con todo un recipiente lleno de perlas corrientes y las echó en el suelo del patio. Entonces fueron a buscar una gran serpiente amarilla y una grulla negra y las pusieron entre las perlas. Inmediatamente la grulla cogió la perla de grulla en el pico y empezó a cantar, bailar y revolotear a su alrededor. La serpiente, por su lado, reptó hacia la perla de serpiente y se enrolló dando varias vueltas a su alrededor. Cuando la gente lo vio, entonces creyó las palabras del sabio. 

También lo que había dicho sobre el brillo de la perla grande y de la pequeña fue exactamente como lo había dicho el sabio. Los emisarios habían recibido en el palacio del dragón delicados alimentos: flores, hierbas, ungüentos y azúcar. Lo que les había sobrado lo habían llevado a la capital. Pero en cuanto lo sacaron al aire, se endureció como si se tratara de piedras. 

El emperador ordenó que lo llevaran a la cámara del tesoro. Luego concedió a los tres hermanos una buena posición social y títulos y les regaló a cada uno mil rollos de fino paño de seda. También hizo que se investigara por qué el pescador no había sido asesinado por los dragones cuando entró en la gruta. Resultó que su traje de pesca estaba mojado de aceite de lino y de cera vegetal. Los dragones habían tenido miedo del olor.



miércoles, 20 de mayo de 2020

DRAGONES CHINOS Y UN ANTIGUO CUENTO ZEN


En China los dragones ejercen funciones muy importantes. El «dragón rojo», por ejemplo, al que también llaman «el dragón del fuego», si abre los ojos, aparece el alba, y si los cierra se hace de noche. ¡Qué responsabilidad!

El «dragón del trueno y los relámpagos» vigila las tormentas. ¡Duro oficio!

El «dragón de las nubes» las reúne como si fueran ovejas, es el pastor de los cumulonimbos. ¡Y nada es más juguetón y malicioso que una nube! Se esconden, se metamorfosean en león, tiburón o jirafa, se deshilachan, se dispersan... ¡Cuánto trabajo!

Pero los dragones que tienen por misión echarse sobre el sol y la luna y morderles el trasero para impedir que vagabundeen son quizá los menos apreciados, y sin embargo realizan una tarea indispensable.

¿Qué decir, por último, del «dragón de la lluvia»? Debe verter el agua de la jarra mágica sobre las montañas, los bosques y los arrozales, ni demasiada ni demasiado poca, labor abrumadora que exige una atención constante. ¡Imaginemos que riega por distracción el desierto de Gobi!

Se comprende, por lo tanto, que los dragones necesiten de vez en cuando un poco de descanso y de fiesta. Una de las mejores ocasiones es el aniversario del emperador de los dragones.

En el palacio celeste todo son banquetes gargantuescos, comilonas, risas y canciones. Aquel año la orgía duraba desde hacía tres días. En las salas y corredores no había más que cuerpos tirados por el suelo.

El «Dragón de la lluvia» roncaba durmiendo la mona. Pero, como todo el mundo sabe, un día de los dragones equivale a un año entero de los seres humanos. Y en la tierra, en la gran llanura de la China, la situación resultaba dramática.

¡Ni una gota de lluvia desde hacía tres años!

Los habitantes enviaron una delegación para suplicar al pequeño «Dragón de oro», que es el mensajero entre los hombres y los dragones del cielo.

—¡Señor dragón, salvadnos! ¡Ya no queda ni una gota de agua, los cadáveres de los animales cubren la llanura, y nos vamos a morir todos de hambre!


Voy a intentarlo —dijo el «Dragón de oro», compadecido, y se fue volando hacia el palacio celeste.

Al llegar a la corte del emperador vio un espectáculo lamentable. No había más que cuerpos tumbados aquí y allá sobre las alfombras, en los corredores. Descubrió al señor de la lluvia y lo sacudió con vigor. No obtuvo más que un vago gruñido:

¡Dejadme d000rmiiiir!

—Pero, Señor, los hombres se mueren en la tierra. ¡Se anuncia un hambre espantosa, necesitan agua con toda urgencia!

¡Dejaaadmeee d000rmiiir!

En un corredor, el pequeño «Dragón de oro» encontró al señor del trueno, que estaba casi sobrio. Le explicó la situación. Aunque un poco vacilante, el «Dragón del trueno y los relámpagos» unió sus esfuerzos a los del pequeño «Dragón de oro». Sacudieron de nuevo al señor de la lluvia:

- Despertaos, se necesita agua para los cultivos, los arrozales y los pobres habitantes de la gran llanura de China.

—¡Es fi...fi...fiesta? —farfulló el «Dragón de la lluvia" ¡No haré nada a menos que el empe...pe...perador me lo ordene expresame...me...mente! —afirmó con una obstinación de borracho.

Le suplicaron, pero fue inútil. La situación no tenía salida.

Entonces el pequeño «Dragón de oro» asumió el riesgo de ir a molestar al emperador. Pero ante la puerta de las habitaciones privadas de Su Majestad fue interceptado por dos grandes dragones bien plantados, armados con alabardas, que le prohibieron el paso:

—¡Nadie puede entrar aquí, bajo pena de muerte!

El pequeño dragón se fue retorciéndose las manos de desesperación. Pensaba en los desdichados humanos que morían en la tierra, y en algunos en particular, a los que había llegado a amar. ¿Qué hacer para salvarles? Decidió cometer el acto más grave que puede cometer un dragón: utilizar falsamente la palabra sagrada del emperador.

Se acercó al señor de la lluvia y le gritó brutalmente al oído:

-¡Su Majestad te ordena que hagas llover sobre la gran llanura de China!

Inmediatamente, aunque medio adormilado, el «Dragón de la lluvia» cogió la jarra mágica, vertió agua sobre la gran llanura de China y volvió a dormirse. El pequeño «Dragón de oro» regresó a la tierra y observó muy contento que los campos volvían a verdear. Sus amigos humanos estaban salvados.

Ocho días más tarde, el «Dragón de oro» era convocado al palacio celeste y llevado a presencia del emperador:

¿Cómo has osado utilizar mi nombre sagrado y dar una orden en mi lugar? ¡Este crimen se castiga con la muerte, y puedo condenarte a ser quemado vivo inmediatamente!

Lo sé, Señor —dijo el pequeño Dragón, con la mirada baja.

—Pero la respuesta «justa» exige a veces que se contravengan las reglas y que se desobedezca —dijo el emperador. Y, pensativo, añadió: La compasión es una vía de liberación. Y, con un gesto casi paternal, lo despidió.

—Maestro, la lección de este cuento es muy clara.

¿Y cuál es esta lección, Toshibu? —pregunta el maestro zen.

La compasión de la que ha dado muestras el pequeño Dragón de oro para con los humanos es la más bella de las virtudes.

¿Estás seguro de ello, Toshibu? Yo creo que la lección es muy distinta... Y añade, después de un tiempo de silencio:

—¡Si encuentras a Buddha, mata a Buddha!

Los discípulos formaban un círculo alrededor del maestro y caía la noche. Más de uno, aquella noche, meditó largamente las enigmáticas palabras.

viernes, 3 de junio de 2016

EL LUSHENG DORADO (CUENTO)


Había una vez dos mujeres, madre e hija, que vivían en la montaña. A la hija le gustaba vestirse de rojo, y por eso la llamaban la hermanita roja.
 
Cierto día estaban las dos en el campo cultivando. De pronto sopló un fuerte viento y apareció en el cielo un dragón, que extendió sus garras y atrapó a la hermanita roja, llevándosela hacia el occidente.
 
La madre percibió la voz de su hija que le traía el viento:
 
-Para salvarme apóyate en mi hermano menor. Madre, madre, recuérdalo.
 
-Yo sólo tengo una hija,  de dónde voy a sacar un hermanito? preguntó la madre al cielo, restregándose las lágrimas.
Y volvió a su casa medio tambaleándose.
 
Cuando iba por la mitad del camino, la rama de un ciruelo se quedó enganchada en su pelo blanco. La anciana se lo desenredó, y viendo que en la rama había una ciruela roja la arrancó y se la tragó. Cuando llegó a casa dio a luz a un niño con toda la cara colorada, y lo llamó Yangmeizi, o sea hijo del ciruelo.

Yangmeizi creció a pasos agigantados y en tan sólo unos días ya se había convertido en un muchacho de quince años. La madre quería que fuera a rescatar a su hermana, pero temía, al mismo tiempo, que el niño corriera algún peligro. Así, se la pasaba llorando a escondidas.
 
Cierto día llegó volando un viejo cuervo, se paró en el alero de la casa y gritó:
 
-La hermana está penando, la hermana pena, la cueva del dragón es un mar de lágrimas. Tiene cicatrices en la espalda, las manos. La hermana pena, la hermana está penando.
 
Yangmeizi escuchó el canto y preguntó:
 
- Mamá, ¿yo tengo una hermana mayor?
- Si, hijo — respondió llorando — se llama hermanita roja, porque le gusta vestirse de ese color. Ha sido secuestrada por un dragón. ¡Ese dragón ha asesinado a mucha gente!
 
Yangmeizi recogió una gran palo.
 
-Quiero ir a matar al dragón dijo para salvar a mi hermana y a la gente.
 
La anciana se quedó en el portal observando cómo se alejaba su hijo. Caminando y caminando Yangmeizi iba por el borde de una montaña cuando vio una piedra que le obstruía el paso. Para continuar había que pasar por sobre la roca, que era muy resbalosa, y si se daba un paso en falso, existía el peligro de caerse y romperse la cabeza.
 
-"Este es un tigre que obstruye el camino", pensó, "si no se quita mucha gente se caerá."
 
Entonces clavó el palo por abajo de la piedra e hizo fuerza, pero ¡crac! el palo se partió.

Entonces comenzó a cavar con las dos manos por abajo de la roca, la empujó con fuerza, y la piedra rodó hasta el valle. En el hueco que había dejado, apareció un lusheng dorado. Yangmeizi lo levantó y lo sopló: ¡qué bien sonaba!
 
De pronto las ranas, las culebras y otros animales del camino comenzaron a bailar. Cuanto más rápida era la música más rápidos se movían, y cuando paraba el sonido, la danza se detenía.
 
Yangmeizi se dijo:
 
—¡Oh! ya tengo un método para arreglármelas con el dragón.
 
Así, siguió su camino llevando el instrumento, hasta que llegó a una montaña rocosa, y notó que un feroz dragón estaba recostado en una gruta, con un montón de huesos humanos a un lado. Vio también a una muchacha vestida de rojo que llorando y con un pico en la mano, trabajaba en la cueva del dragón. El dragón azotaba la espalda de la chica con su cola, al tiempo que decía:
 
- Malo, malo, malo, pequeña mujer. Conmigo no quieres casarte. Picarás todo el día, para siempre para que vivas sufriendo.
 
Yangmeizi se dio cuenta de que aquella muchacha era su hermana y gritó :
 
-Odioso dragón, odioso dragón, torturas a mi hermana mayor. Tocaré el lusheng sin parar para que vivas muriendo.
 
Y así empezó a tocar el lusheng y el dragón se puso a bailar sin poder dominarse. La hermana inmediatamente tiró el pico y salió corriendo de la cueva.
 
Yangmeizi no paraba de tocar y el dragón danzaba estirando la cintura, sin cesar, doblándose y dando vueltas. Y cuando más rápida era la música, más violentos eran sus movimientos.
 
La muchacha se acercó a su hermano para hablarle, pero él le hizo un ademán indicándole que no podía parar de tocar, porque de lo contrario el dragón se los comería. Yangmeizi tocaba y tocaba, cada vez más rápido, y el dragón se doblaba y se contorsionaba cada vez más, hasta que, echando fuego por los ojos y jadeando, le rogó:

-¡Hey, hermano, hermano! No toques más, no me tortures. Dejo que tu hermana vuelva. Perdóname la vida!
 
Pero Yangmeizi no estaba dispuesto a parar la música y siguió tocando al tiempo que caminaba hacia un estanque. El dragón le seguía atrás, bailando, hasta que ¡plaf! cayó al agua. Y allí siguió bailando, doblándose, contorsionándose.
 
El agua se subió unos cuantos zhang. El dragón ya no podía más, echaba fuego por los ojos, aire por la nariz y jadeaba, y casi afónico le rogó:
 
-¡Hey hermano, hermano! - perdóname la vida. En el fondo del estanque no me atreveré a cosas malas hacer.

Yangmeizi contestó:
 
-Odioso dragón, odioso dragón. Has dicho que en el estanque no harás nada malo.

El dragón asintió con la cabeza y el muchacho dejó de tocar.
 
Al parar la música, el animal se hundió en el agua.
 
Así, de la mano de su hermana y sonriendo, Yangmeizi emprendió el camino de regreso. No habían caminado mucho cuando oyeron un ruido en el agua. Entonces se dieron vuelta para mirar: el dragón estaba subiendo a la superficie, levantaba la cabeza y venia, con las garras abiertas, volando hacia ellos.

La hermana dijo:
-Si se cava, hay que cavar hondo y las hierbas hay que sacarlas de raíz. Si no se muere el dragón seguirá haciendo a la gente infeliz.
 
Yangmeizi, entonces, corrió al lado del estanque a tocar el lusheng.
 
El dragón se volvió a meter al agua y siguió bailando como loco.
 
Así, Yangmeizi tocó durante siete días con sus noches, el dragón se quedó paralizado, hasta quedarse flotando en el agua, muerto.
 
Los dos felices hermanos regresaron a casa con su cadáver. Cuando la anciana se dio cuenta de que venían sus dos hijos, sonreía de oreja a oreja. Entonces tomaron la piel del animal para hacer una casa, los huesos para hacer las vigas y cortaron sus cuernos para fabricar un arado. El arado así hecho no necesitaba ser arrastrado por bueyes y araba muy rápido. Así cultivaron muchos campos, plantaron numerosos cereales, y vivieron muy felices muchos años.

 
Cuento de la nacionalidad yao

El Lusheng, es un instrumento de viento usado
por las nacionalidades mino, yao y dong.
 

JUEGO DE TRONOS

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