viernes, 3 de junio de 2016

SIMBOLOGÍA DEL DRAGÓN

 
El Dragón es una animal fabuloso, figura simbólica universal, que se encuentra en la mayoría de pueblos del mundo, tanto en las culturas primitivas y orientales como en las clásicas.
 
Un examen morfológico de los dragones legendarios nos autoriza a ver en ellos una suerte de confabulación de elementos distintos tomados de animales especialmente agresivos y peligrosos, serpientes, cocodrilos, leones y también animales prehistóricos.
 
Krappe cree que en la génesis de la idea mítica del dragón pudo intervenir el asombro al descubrir restos de monstruos antediluvianos. El dragón es, en consecuencia, «lo animal» por excelencia mostrando ya por ello un aspecto inicial de su sentido simbólico, en relación con la idea sumeria del animal como «adversario», en el mismo concepto que luego se atribuyó al diablo. Sin embargo, el dragón (como cualquier instinto, en las religiones no morales de la Antigüedad) puede aparecer entronizado y casi deificado; así aparece en los estandartes chino de la dinastía Manchú, fenicio y sajón.
 
En multitud de leyendas, el dragón, aparte de su sentido simbólico más profundo y recubriéndolo, aparece con ese significado de enemigo primordial, el combate con el cual constituye la prueba por excelencia. Apolo, Cadmo, Perseo y Sigfrido vencen al dragón.
 
En la hagiografía, los santos patronos de los caballeros, San Jorge y San Miguel arcángel, aparecen en el acto preciso de combatirlo en innumerables obras de arte prodigiosas; bastará que recordemos el San Jorge de Carpaccio, o el de Rafael; y el San Miguel de Tous de Bermejo.
 
Para Dontenville, que gusta de una interpretación historicista y sociológica del aspecto simbólico de algunas leyendas, los dragones significan plagas que perturban el país (o a la persona, si el símbolo deviene psicológico). El gusano, la serpiente, el cocodrilo se asocian íntimamente a la idea del dragón, con sus significados particulares.
 
En Francia se relacionan también los dragones con los ogros y con Gargantúa y los gigantes en general.
 
Para Schneider, el dragón es símbolo de enfermedad. Pero, antes de referirnos a la significación del animal, citaremos algunos datos más sobre su constancia.
 
Los autores clásicos y la Biblia lo mencionan con mucha frecuencia, describiéndolo y dando datos precisos sobre su carácter y costumbres. Surge de ahí una variedad de dragones que Pinedo destaca:
 
«Unos les dan un cuerpo de serpiente con alas, vive en los aires y en las aguas, sus fauces son enormes, devora a los hombres y animales, a quienes mata primero con su enorme cola. Otros, en cambio, lo hacen terrestre, sus fauces son muy pequeñas, su enorme y fuerte cola es un elemento de destrucción, vuela también y se alimenta de la sangre de los animales que mata; no faltan autores que lo creen anfibio; su cabeza es de mujer hermosa, de luenga cabellera, y es aún más terrible que los anteriores».
 
Daniel (14, 22-27), Miqueas (1, 8), Jeremías (14, 6), Rabano Mauro (Operum, III), Apocalipsis (12, 7), Isaías (34, 13; 43, 20), aluden a los dragones.
 
También Plinio (VIII, 12), Galiano, Pascal (De Coronis, IX), tratan del fabuloso animal. Dichos autores atribuyen a los dragones las propiedades simbólicas siguientes:
 
Son fuertes y vigilantes, su vista es agudísima y parece ser que su nombre procede de la palabra griega dercein (viendo). Por esta razón, en plena ambivalencia, aparte de su sentido terrorífico, los hicieron —como a los grifos— guardianes de templos y tesoros y también alegoría del vaticinio y la sabiduría.
 
Del lado bíblico, se exagera el carácter negativo del símbolo y es curioso el anagrama de Herodes, que, en lengua siria, se descompone en ierud y es, que significan «dragón ardiendo».
 
A veces, el dragón multiplica sus cabezas, empeorando con ello su significación dado el sentido regresivo e involutivo de toda aumentación numérica:
 
«Un gran dragón rojo, con siete cabezas, diez cuernos y, sobre las cabezas, siete diademas», dice el Apocalipsis.
 
En otras ocasiones, el dragón se utiliza para formar un emblema, en el que predomina entonces el esquema sobre el animal; por ejemplo, el dragón que se muerde la cola, u Ouroboros de los gnósticos, símbolo de todo proceso cíclico y en especial del tiempo.
 
Los alquimistas utilizaron la figura del dragón con cierta frecuencia; varios dragones combatiéndose expresaban el estado de putrefactio (escisión de los elementos, disgregación psíquica). Dragón alado, el elemento volátil; dragón sin alas, el elemento fijo (Albert Poison).
 
En China, es posiblemente el lugar donde el dragón ha alcanzado una mayor difusión y transfiguración incluso. Es el emblema del poder imperial. Mientras el emperador usa el dragón de cinco garras en sus ornamentos, los oficiales de su corte sólo pueden usar el de cuatro garras.
 
Según Diel, el dragón genérico chino simboliza la perversión sublimada y superada, pues, implícitamente, se trata de un «dragón domado», como el que obedece a san Jorge después de haber sido derrotado por el santo.
 
Cuenta Frazer que, cuando los chinos desean la lluvia, fabrican un enorme dragón de madera y papel y lo llevan en procesión, pero si no llueve el dragón es destrozado. Esto se debe, según Tchoang Tseu, a que el dragón y la serpiente, investidos de la más profunda y total significación cósmica, simbolizan la «vida rítmica». La asociación dragón-rayo-lluvia-fecundidad es frecuente en los textos chinos arcaicos, por lo cual el animal fabuloso es el elemento de relación entre las aguas superiores y la tierra.
 
Sin embargo, no se puede generalizar en la mitología china, ya que hay dragones subterráneos, aéreos y acuáticos:
 
«La tierra se une al dragón», significa que llueve.
 
Desempeña, pues, un importante papel de intermediario en las potencias cósmicas, entre las fuerzas distribuidas según los tres estadios esenciales (alto, espíritu, medio, vida y manifestación, bajo, fuerzas inferiores y telúricas) del simbolismo del nivel.
 
Asociado a su sentido hay un poderoso componente de fuerza y velocidad. Las más antiguas imágenes chinas del dragón se asemejan a las formas del caballo.
 
Esotéricamente, hay dragones chinos asimilados a los colores: el dragón rojo es el guardián de la alta ciencia; el dragón blanco es un dragón lunar; los matices se relacionan con los planetas y signos zodiacales.
 
En la Edad Media, y en Occidente, los dragones tienen el busto y las patas de águila, el cuerpo de enorme serpiente, alas de murciélago y la cola terminada en dardo y vuelta sobre sí misma. Estas partes, según Piobb, significan la fusión y confusión de todos los elementos y posibilidades: águila (cualidad celeste), serpiente (cualidad secreta y subterránea), alas (posibilidad intelectual de elevación) y cola en forma del signo zodiacal de Leo (sumisión a la razón).
 
Pero, en términos generales, la actual psicología define el símbolo del dragón como «algo terrible que vencer», pues sólo el que vence al dragón deviene héroe.
 
Desde el punto de vista de la tradición esotérica hebrea, el más hondo sentido del misterio del dragón debe quedar inviolado (rabino Simeón ben Lochait, citado por Blavatsky).
 
El dragón universal (Katolikos ophis), según los gnósticos, es el «camino a través de todas las cosas». Se relaciona con el principio del caos (nuestro Caos o Espíritu es un dragón ígneo que todo lo vence. Filalete, «Introitus») y con el principio de la disolución... El dragón es la disolución de los cuerpos (textos del pseudo-Demócrito).
 
Entre los símbolos de esa disolución, el hermetismo usa las expresiones siguientes: Veneno, Víbora, Disolvente universal, Vinagre filosofal=potencia de lo indiferenciado (Solve), según Evola. El mismo recuerda que los dragones y toros son los animales contra los cuales combaten los héroes solares (Mitra, Sigfrido, Hércules, Jasón, Horus, Apolo) (Mujer=dragón, mercurio y agua) (=Verde y «no digerido») y dice:
 
«Si el dragón aparece de nuevo en el centro de la "Ciudadela de los filósofos" de Khunrath, se trata todavía de un dragón que debe ser vencido y muerto: es aquello que se devora eternamente a sí mismo, el Mercurio como sed ardiente, como hambre e impulso de ciego goce (naturaleza fascinada y vencida por la naturaleza, secreto del mundo lunar de los cambios y del devenir, contrapuesto al uránico o del ser inmutable)».
 
En De Signatura rerum, Bóhme habla de una voluntad que apetece sin tener nada, excepto a sí propia, que es «la propiedad del hambre para nutrirse a sí misma».
 
 
 Fuente: Juan Eduardo Cirlot.
Diccionario de Símbolos.

 

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