Daenerys y el Drag贸n Azul

Juego de Tronos. Daenerys Targaryen, llamada Daenerys de la Tormenta, La que no Arde, Rompedora de Cadenas y Madre de Dragones.

Dragona Saphira

Pel铆cula Eragon.

mi茅rcoles, 9 de septiembre de 2020

THAKANE, LA PRINCESA ASESINA DE DRAGONES


A lo largo de la historia, muchas culturas abrazaron y aborrecieron a los dragones y los peligros que los acompa帽aban. Hay cientos de historias de h茅roes que se alzaron ante los dragones conquistadores, as铆 como historias de dragones que ayudaron a la humanidad en su momento de necesidad.

Thakane - Princesa asesina de dragones

La historia de Thakane proviene de la mitolog铆a sudafricana. Habla de una joven princesa llamada Thakane. Era hija de un gran y poderoso jefe. Desafortunadamente, su padre y su madre fallecieron cuando ella y sus hermanos eran a煤n unos ni帽os. En ella recay贸 la responsabilidad de criarlos para que tambi茅n fueran grandes guerreros y ella se dedic贸 a cubrir todas sus necesidades y a tratar de corregir sus tendencias perezosas y orgullosas.

Cuando fueron mayores de edad, Thakane llev贸 a sus dos hermanos a una escuela de entrenamiento de guerreros en las monta帽as. Despu茅s de meses de capacitaci贸n, estaban listos para graduarse, pero pronto surgi贸 un problema. Era costumbre dar a los guerreros que se graduaban la vestimenta y un escudo hecho con pieles de animales que hab铆an matado sus padres. Thakane hab铆a preparado unas pieles de grandes bestias (como leones y otros depredadores) para este prop贸sito, pero sus orgullosos hermanos no cre铆an que estas pieles fueran lo suficientemente buenas. Lo que quer铆an era una piel de nanabolele.

Un nanabolele es un drag贸n que habita en el agua y proviene de la mitolog铆a basotho. Eran criaturas temibles que se sab铆a que emit铆an una luz fluorescente en la oscuridad y siempre estaban rodeadas por una nube de humo rojo cuando llegaban. Eran extremadamente dif铆ciles de matar: perseguir a un nanabolele a menudo se consideraba una misi贸n suicida. Sin embargo, Thakane estaba decidida a defender el honor de su familia y comenz贸 a buscar guerreros que la acompa帽aran en su viaje.

Thakane finalmente encontr贸 la guarida de los nanabolele y mat贸 a la bestia m谩s grande que pudo encontrar cuando se durmieron. La anciana le dio una piedra m谩gica que la proteger铆a a ella y a los dem谩s cazadores de los nanaboleles supervivientes y Thakane regres贸 a casa como una hero铆na. Consigui贸 los obsequios de graduaci贸n adecuados para sus hermanos menores y defendi贸 el honor de su familia.


LAS PRIMERAS MENCIONES Y REPRESENTACIONES DEL UNICORNIO


La primera menci贸n del unicornio proviene del escritor griego Ctesias. Se mencionan en su trabajo titulado 'Indika' (que significa 'En la India'). Describe a los unicornios como una raza de asno salvaje que era incre铆blemente r谩pido y ligero de patas. Su caracter铆stica principal, por supuesto, era un cuerno de aproximadamente 28 pulgadas de largo que crec铆a desde el centro de su cabeza. Sin embargo, a diferencia de las historias posteriores de unicornios, estos cuernos podr铆an ser blancos, rojos o negros en lugar del color blanco que es caracter铆stico en los tiempos mas modernos.

Ctesias, supuestamente, obtuvo su informaci贸n en su viaje y estancia en Persia. 

Arist贸teles tambi茅n da una descripci贸n similar de dos de esas bestias que provienen de la misma regi贸n: el oryx y el "asno indio". Otros muchos viajeros tambi茅n sacaron sus descripciones de unicornios de esta 谩rea. De hecho, se han encontrado tallas de unicornios en una escultura en la antigua capital de Perspolis.

Hay un relato sobre el poder de los unicornios que fue encontrado por Cosmas Indicopleustes, un comerciante de Alejandr铆a que arroj贸 muchas ideas sobre la India primitiva. Mientras visitaba al rey de Etiop铆a, vio cuatro estatuas de bronce que representaban al unicornio y escribi贸 un relato sobre lo que hab铆a aprendido. Afirm贸 que toda la fuerza de la criatura se pod铆a encontrar en el cuerno. Tambi茅n not贸 la tremenda habilidad de la criatura y su tendencia a arrojarse desde un alto acantilado cuando corr铆a peligro de ser capturado. Supuestamente era capaz de evitar las consecuencias del impacto con su cuerno y escapar de forma segura.

La imagen del unicornio evoluciona en la Edad Media

Durante la Edad Media, la percepci贸n del unicornio se convirti贸 en la imagen fant谩stica que hoy reconocemos a la criatura. Esto se debe en parte a la adaptaci贸n de la historia por parte de la Iglesia cristiana. El reclamo de este animal por parte de la Iglesia permiti贸 a muchos artistas retratarla en una amplia variedad de obras de arte. Debido a que hubo un gran 茅nfasis en la religi贸n durante este per铆odo de tiempo, esto permiti贸 a los artistas trabajar con la mitolog铆a sin ser procesados ​​por la iglesia.

El unicornio tambi茅n fue visto bajo una nueva luz en la mitolog铆a. La bestia todav铆a se consideraba en gran parte inconquistable, pero con algunas excepciones.

La representaci贸n del unicornio

Se sab铆a que el unicornio era una bestia poderosa, que era una criatura de los bosques y en gran parte invencible por el hombre. Sin embargo, hubo una excepci贸n importante a esta regla: el unicornio no pod铆a resistir su impulso de ser atra铆do por una doncella virgen. Cuando los cazadores sal铆an en busca de un unicornio, a menudo se pensaba que la orgullosa criatura se detendr铆a de vez en cuando en lugar de escapar, y as铆 burlarse de los cazadores.

Para aprovechar esta debilidad, las leyendas cuentan que a veces se le dec铆a a una doncella virgen que se colocara debajo de un 谩rbol y esperara a que el unicornio pasara al galope. Cuando el unicornio viera a la doncella, inevitablemente se sentir铆a atra铆do y apoyar铆a su cabeza cansada en su regazo. Cuando se quedaba dormido, los cazadores se reun铆an y atrapaban a la criatura.

El unicornio y el amor

Tambi茅n se establecieron conexiones entre la historia del unicornio y los romances entre hombres y mujeres en el proceso de cortejo. A muchos autores franceses del siglo XIII les gustaba hacer la analog铆a de que as铆 como un unicornio se siente atra铆do por la virgen, un amante se siente atra铆do por su mujer. Tambi茅n hubo comparaciones similares que buscaban hablar del unicornio como s铆mbolo del amor casto y el matrimonio fiel.


MITOS DE DRAGONES


Origen del mito del drag贸n

Hay varias teor铆as sobre el origen del mito del drag贸n. Estas teor铆as van desde la inspiraci贸n en criaturas existentes hasta formas de vida no descubiertas y restos f贸siles. Hay quienes tambi茅n creen que estas serpientes gigantes fueron creadas como una forma de demostrar el poder de ciertas deidades religiosas.

Mitos de dragones inspirados en criaturas existentes

Una de las respuestas m谩s obvias a lo que inspir贸 el mito del drag贸n es simplemente que las criaturas existentes inspiraron las historias. Esta teor铆a es un candidato probable, especialmente cuando se analizan historias como "Thakane, la princesa Drag贸n Slayer". Para la mayor铆a de los que conocen esta historia, es evidente que el drag贸n de agua en cuesti贸n es en realidad un cocodrilo. Otras criaturas que se cree que inspiraron varias historias incluyen serpientes, anguilas y lagartos.

Tambi茅n hay quienes creen que la inspiraci贸n puede haber venido de una especie de reptil desconocido, aunque cabe la duda de que una especie de un tama帽o tan grande pudiera haber sobrevivido hasta nuestros d铆as sin ser descubierta, sigue siendo una teor铆a aceptada.

Mitos de dragones inspirados en restos f贸siles

Tambi茅n hay quienes creen que nuestros antepasados ​​pueden haberse inspirado en los restos f贸siles de dinosaurios y otro tipo de megafauna cuando crearon sus cuentos. Esta es otra teor铆a popular, especialmente porque muchas de las culturas con cuentos de dragones se encuentran en 谩reas donde se han descubierto muchos f贸siles.

Mitos del drag贸n inspirados en la religi贸n

Otra teor铆a es que la religi贸n podr铆a haber inspirado los mitos del drag贸n. Esto se debe en parte a que era muy com煤n que las culturas de Mesopotamia y del Cercano Oriente tuvieran historias de dioses de la tormenta que venc铆an a las poderosas bestias serpiente. Uno de los mitos m谩s populares que ha sobrevivido en la actualidad es la historia de Yahv茅 y su batalla profetizada con Leviat谩n.

Mitos del drag贸n inspirados en el miedo

Por 煤ltimo, pero ciertamente no menos importante, tambi茅n es posible que nuestro propio miedo e instintos primarios hayan inspirado las leyendas. Muchos cient铆ficos plantean la hip贸tesis de que los humanos pueden tener un instinto de miedo preprogramado hacia las serpientes y otros reptiles. Esta teor铆a, combinada con los lugares donde se dec铆a que exist铆an los dragones (oc茅anos, lagos, cuevas oscuras y otros lugares peligrosos) podr铆a sugerir que los mitos de los dragones se crearon como una advertencia para el hombre.




martes, 8 de septiembre de 2020

QI LIN, LOS UNICORNIOS CHINOS


En las profundidades del bosque, una criatura emerge de detr谩s de un 谩rbol. Hermosa en resplandor y con una brillante piel blanca, esta imponente criatura trota en茅rgicamente entre los 谩rboles. Un solo cuerno sobresale del centro de su cabeza, erguido y orgulloso. Intentas perseguirlo, pero te rindes despu茅s de un rato, sabiendo que nunca podr谩s vencer a la orgullosa bestia. El unicornio es demasiado r谩pido para ser atrapado por el hombre.

Un unicornio es una criatura legendaria que que posee cualidades m谩gicas. Aunque en la actualidad se cree que esta criatura no es m谩s que un mito, las culturas antiguas escribieron sobre ella como un animal real. De hecho, se incluy贸 en muchos libros de historia natural de la 茅poca.

Las representaciones m谩s populares del unicornio son conocidas por los relatos y la mitolog铆a griega y europea, aunque hay criaturas similares a unicornios a las que se ha hecho menci贸n en todo el mundo. Hubo muchas interpretaciones de la bestia, algunos la vieron como la encarnaci贸n de la pureza y la gracia. Otros cre铆an que el su cuerno ten铆a el poder de proporcionar curas para las enfermedades y capacidad para servir como ant铆doto contra el veneno.

Debido a sus supuestas habilidades m谩gicas, el unicornio y su cuerno fueron muy buscados sobretodo durante la Edad Media. Era com煤n que las personas de ricas o pertenecientes a la nobleza intentaran procurarse un cuerno para protegerse contra ataques, envenenamientos o para tomar en 茅l elixires de juventud. De hecho, muchos "cuernos" fueron vendidos por comerciantes aunque en realidad no eran cuernos de unicornio (eran cuernos de rinoceronte o cuernos de narval), se vend铆an por muchas veces su peso y oro y demostraron ser una industria muy rentable.

Los Qi lin, unicornios chinos, son criaturas pac铆ficas y se consideran m谩gicos y poderosos. Se dice de ellos que pueden caminar sobre la hierba sin tocar una sola hoja. Sin embargo, dado que estas criaturas no quer铆an da帽ar el suelo, a menudo se pensaba que caminaban sobre las nubes o el agua. Tambi茅n se cre铆a que pod铆an entender el car谩cter de las personas. Muchas historias antiguas relatan que estas criaturas pueden saber si alguien es una buena o mala persona con solo mirarlas. Son de naturaleza pac铆fica y solo castigan a los malvados.

Tambi茅n al igual que relata en la mitolog铆a del unicornio, los Qi lin se ven a menudo como un s铆mbolo de fertilidad. Aunque no fueron cazados por sus cuernos, a menudo se mostraban en obras de arte llevando beb茅s a las familias.

Algunas historias afirman que los Qi Lin son mascotas sagradas (o familiares) de las deidades.

Debido a las similitudes caprichosas, sobrenaturales, m铆ticas, m铆sticas y religiosas de la antig眉edad con los unicornios occidentales, el gobierno chino acu帽贸 en varias ocasiones monedas en plata y oro que representaban al Qi Lin y al Unicornio occidental juntos.

Durante la dinat铆a Jin , el Qi Lin fue representado envuelto en llamas y humo, con una cabeza de drag贸n, escamas y el cuerpo de una poderosa bestia con pezu帽as como un caballo.




EL DRAG脫N Y LA MANTICORA (CUENTO)

 


Cuando la noticia lleg贸, 茅l estaba construyendo un palacio y le falt贸 tiempo para apartar los ladrillos de dos patadas, as铆 que dej贸 que la nodriza recogiera el resto. Porque la noticia era algo verdaderamente importante.

Al principio no fue m谩s que el timbre de la puerta y voces en el vest铆bulo, y Leonardo pens贸 que era el hombre del gas que ven铆a a ver por qu茅 no funcionaba. (Y no funcionaba desde el d铆a en que Leonardo se hizo un columpio atando la cuerda de saltar a la tuber铆a). Pero, de repente, la nodriza entr贸 y dijo:

—Se帽orito Leonardo, han venido a buscarte para hacerte rey.

Y, r谩pidamente, le quit贸 la ropa de casa, le lav贸 la cara y las manos, le pein贸 y, mientras se sent铆a zarandeado de un lado para otro, el pobre no paraba de decir:

—Ya est谩 bien, nodriza. Si ya tengo las orejas bastante limpias. D茅jame el pelo, que ya est谩 bien. ¡D茅jame ya!

—Estate quieto. Cualquiera dir铆a que te van a hacer anguila en vez de rey —dijo la nodriza.

En cuanto la nodriza se distrajo un segundo, Leonardo se escabull贸 sin esperar siquiera a que le diera un pa帽uelo limpio, y en el cuarto de estar se encontr贸 con dos caballeros muy serios que llevaban puestas unas capas rojas con vueltas de piel y unas coronas de oro con terciopelo rojo por arriba, que le recordaban a uno esas tartas tan caras cubiertas de crema.

Al aparecer Leonardo le saludaron con una reverencia, y el m谩s serio de los dos le dijo:

—Se帽or, vuestro ta-ta-ta-ta-tarabuelo, el rey de este pa铆s, ha muerto, y vos ten茅is que ser ahora el rey.

—Pues muy bien —dijo Leonardo—. ¿Cu谩ndo empezamos?

—Ser茅is coronado esta tarde —dijo el caballero que era un poco menos serio que el otro.

—¿Quer茅is que vaya con la nodriza, o me vais a venir a buscar? ¿Y tengo que ponerme el traje de terciopelo con encaje? —pregunt贸 Leonardo, que era muy sociable y recib铆a muchas invitaciones a fiestas.

—M谩s tarde llevar谩n a la nodriza a palacio. No, no hace falta que os cambi茅is de traje, porque el manto real lo cubrir谩 por completo.

Los dos caballeros tan serios le llevaron a una carroza tirada por dos caballos blancos, que estaba parada delante de la casa donde viv铆a Leonardo, el n煤mero siete, a la izquierda de la calle, seg煤n se sube. En el 煤ltimo momento, Leonardo ech贸 a correr escaleras arriba, le dio un beso a la nodriza y le dijo:

—Gracias por lavarme. Perdona que no te dejara lavarme la otra oreja. No, ahora no da tiempo. Adi贸s, nodriza.

—Adi贸s, lucero m铆o —dijo la nodriza—. Que seas un buen rey, y que no te olvides de pedir las cosas por favor, y que les pases el pastel a las ni帽as, y que no te sirvas m谩s de dos veces.

Y as铆 fue c贸mo Leonardo se dirigi贸 a que le hicieran rey. En realidad, nunca se hab铆a hecho demasiadas ilusiones de llegar a ser rey alg煤n d铆a; m谩s o menos como cualquiera de vosotros, as铆 es que la situaci贸n era de lo m谩s inesperada. Mientras la carroza atravesaba la ciudad tuvo que morderse la lengua varias veces para asegurarse de que no estaba so帽ando.

Media hora antes estaba tan tranquilo en el cuarto de jugar, haciendo construcciones de ladrillos. S贸lo media hora antes… y ahora las calles estaban llenas de banderas, y en todas las ventanas hab铆a gente agitando los pa帽uelos y tirando flores. A lo largo de las calles hab铆a soldados vestidos de rojo y las campanas de las iglesias repicaban como locas, como si fueran el acompa帽amiento de una canci贸n cuya letra, coreada por los gritos de miles de personas, fuera:

—¡Viva el rey Leonardo! ¡Viva nuestro rey!

Por un momento pens贸 que hubiera debido ponerse el traje de fiesta, pero enseguida se le olvid贸 y no lo pens贸 m谩s. Si en vez de ser ni帽o hubiera sido una ni帽a, no hubiera pensado en otra cosa en todo el tiempo.

Por el camino, los dos caballeros serios, que eran el Canciller y el Primer Ministro, le fueron explicando las cosas que no comprend铆a.

—Y yo que cre铆a que 茅ramos una Rep煤blica —dijo Leonardo—. Como hace tanto tiempo que no ten铆amos un rey…

—Se帽or, vuestro ta-ta-ta-ta-tarabuelo muri贸 cuando mi padre era un ni帽o —dijo el Primer Ministro— y desde entonces vuestros leales s煤bditos han estado ahorrando para compraros una corona; ya sab茅is, tanto a la semana, seg煤n a las posibilidades de cada uno, desde seis peniques para los que disfruten de una posici贸n desahogada hasta medio penique para los econ贸micamente m谩s d茅biles. Seg煤n la tradici贸n, la corona tiene que ser costeada por el pueblo.

—Pero mi ta-ta-ta, y yo qu茅 s茅 cu谩ntos m谩s, abuelo ten铆a ya una corona, ¿no?

—S铆, pero era una corona de oro, y entonces 茅l la mand贸 platear porque le parec铆a demasiado ostentosa, y le mand贸 quitar las piedras preciosas y las vendi贸 para comprar libros. Era un hombre la mar de raro. No es que fuera mal rey, pero ten铆a una debilidad: le encantaban los libros. Cuando mand贸 a platear la corona estaba ya muy enfermo… y no vivi贸 para pagar la factura del plateador.

Al llegar aqu铆 el Ministro se enjug贸 una l谩grima. En aquel momento la carroza se par贸, y Leonardo se baj贸 para que lo coronasen.

Eso de que lo coronen a uno es mucho m谩s pesado de lo que la gente piensa, y cuando termin贸 todo, Leonardo estaba cansad铆simo de haber tenido que estar aguantando el manto real y de dejarse besar la mano por todos los que se la ten铆an que besar. Llevaba as铆 dos horas y estaba hecho polvo, de modo que se puso content铆simo cuando pudo volver al cuarto de jugar.

All铆 estaba la nodriza, que le hab铆a preparado el t茅: pasteles de ajonjol铆 y tarta de ciruela, tostadas con mantequilla y mermelada, y el juego de t茅 m谩s bonito del mundo, con flores rojas y azules y borde de oro, y t茅 del bueno, y se pod铆a repetir de todo todas las veces que uno quisiera.

Despu茅s del t茅 dijo Leonardo:

—Me gustar铆a leer un poco. ¿Quieres darme un libro, nodriza?

—Mira qu茅 rico —dijo la nodriza—. ¿Es que desde que eres rey se te ha olvidado para qu茅 sirven las piernas? Anda, guapo, lev谩ntate y tr谩ete los libros t煤 mismo.

Y Leonardo se levant贸 y se fue a la biblioteca. All铆 estaban el Primer Ministro y el Canciller, que le hicieron una profunda reverencia, y estaban a punto de preguntarle qu茅 es lo que hab铆a ido a hacer all铆, cuando Leonardo exclam贸:

—¡Uy, cuant铆simos libros! ¿Son suyos?

—Son vuestros, Majestad —contest贸 el Canciller—. Eran propiedad del difunto rey, vuestro ta-ta-ta…

—S铆, ya s茅 —interrumpi贸 Leonardo—. Bueno, pues me los voy a leer todos. Me encanta leer. Estoy content铆simo de haber aprendido a leer.

—Yo me atrever铆a a recomendar a Vuestra Majestad —insinu贸 el Primer Ministro— que no se acercase a esos libros. Su ta-ta-ta…

—S铆 —cort贸 Leonardo—, ¿qu茅 pasaba con 茅l?

—Era un rey muy bueno. Era realmente un rey magn铆fico, a su manera, aunque resultaba un poquito… digamos raro.

—¿Es que estaba loco? —pregunt贸 Leonardo.

—Oh, no, no, nada de eso —se apresuraron a asegurar los dos caballeros—. De loco, nada. M谩s bien demasiado inteligente, si Vuestra Majestad nos permite la expresi贸n. Por eso no queremos que nuestro rey tenga nada que ver con sus libros.

Leonardo estaba hecho un l铆o.

—En realidad —continu贸 el Canciller, que, de nervioso que estaba, se puso a hacerse tirabuzones con la barba—. En realidad, a su ta-ta-ta…

—S铆, s铆, contin煤e, por favor.

—… le llamaban «El Mago».

—¿Y no lo era?

—Claro que no. Con lo buen rey que era su ta-ta-ta…

—S铆, s铆.

—Pero yo no tocar铆a sus libros.

—Este nada m谩s —dijo Leonardo, echando mano de un gran libro marr贸n que hab铆a sobre la mesa. Era de cuero con dibujos dorados en la cubierta, y dos grandes cierres de oro con turquesas y rub铆es, y esquineras de oro para que el cuero no se desgastase.

—脡ste lo tengo que ver —dijo Leonardo muy decidido. Y es que hab铆a visto en la tapa, en grandes letras doradas, un letrero que dec铆a: El libro de los animales.

El Canciller le dijo:

—Majestad, no lo hag谩is.

Pero Leonardo hab铆a soltado ya los cierres, y abri贸 el libro por la primera p谩gina. Apareci贸 all铆 una preciosa mariposa roja, amarilla y azul, tan bien pintada que parec铆a que estaba viva enteramente.

—¡Qu茅 preciosidad! —exclam贸 Leonardo—. ¿Por qu茅…?

Pero, mientras hablaba, la bell铆sima mariposa agit贸 sus alas de colores en la p谩gina amarillenta del libro, se ech贸 a volar y sali贸 por la ventana.

—¡Bueno! —exclam贸 el Primer Ministro cuando pudo recuperar la voz, porque se le hab铆a hecho un nudo en la garganta que por poco se ahoga—. Nadie puede negar que esto es magia pura.

Pero antes de que hubiese terminado de hablar, el rey hab铆a pasado la p谩gina y hab铆a aparecido un maravilloso p谩jaro azul, de plumas resplandecientes. Debajo del grabado pon铆a: «Ave Azul del Para铆so», y cuando el rey estaba mirando, encantado, el hermoso dibujo, el p谩jaro agit贸 tambi茅n sus alas desde la p谩gina amarillenta y se ech贸 a volar desde el libro.

Entonces el Primer Ministro le quit贸 el libro al rey de un tir贸n, lo cerr贸 y lo puso en el estante m谩s alto de la biblioteca. Y el Canciller le dio al rey un buen zarande贸n y le dijo:

—Sois un rey muy malo y muy desobediente —y se notaba que estaba muy enfadado.

—No he hecho nada de malo —refunfu帽贸 Leonardo. Le molestaba mucho que le zarandeasen, como a casi todos los ni帽os. Prefer铆a que le diesen una torta.

—¿Nada de malo? —dijo el Canciller—. ¿C贸mo pod茅is saberlo? Ah铆 est谩 el problema. ¿C贸mo pod茅is saber lo que viene en la p谩gina siguiente? Lo mismo puede haber una serpiente que un gusano, o un ciempi茅s, o un anarquista, o algo por el estilo.

—Siento mucho haberle hecho enfadar —dijo Leonardo—. Venga, deme un beso y sigamos siendo tan amigos.

Y se dieron un beso y se pusieron a jugar a «Tres en raya», tan amigos, mientras el Primer Ministro se pon铆a a trabajar en sus cuentas.

Pero aquella noche Leonardo no pod铆a dormir, pensando continuamente en el libro, y cuando la luna brillaba en todo su esplendor se levant贸 y se fue de puntillas a la biblioteca. Trep贸 al estante m谩s alto y cogi贸 El libro de los animales.

Lo sac贸 a la terraza, donde a la luz de la luna se ve铆a como si fuera de d铆a, lo abri贸, y vio las p谩ginas vac铆as con los letreros de «Mariposa» y «Ave Azul del Para铆so». Pas贸 la p谩gina y vio all铆 una especie de cosa roja sentada debajo de una palmera. El letrero dec铆a «Drag贸n», pero el drag贸n no se mov铆a. El rey cerr贸 el libro a toda prisa y se volvi贸 a la cama.

Pero al d铆a siguiente no pudo resistir la tentaci贸n de echarle una miradita y se llev贸 el libro al jard铆n. Cuando solt贸 los cierres de rub铆es y turquesas, el libro se abri贸 s贸lo por la p谩gina donde estaba el drag贸n, y el sol dio de lleno sobre el grabado. De repente, el gran drag贸n rojo se sali贸 del libro, extendi贸 sus inmensas alas escarlata y alz贸 el vuelo por encima del jard铆n hacia las lejanas colinas.

Leonardo se qued贸 s贸lo con la p谩gina vac铆a. Bueno, vac铆a no: medio vac铆a, porque todav铆a quedaban la palmera verde, el desierto amarillo y unas cuantas pinceladas de rojo que se hab铆an salido del dibujo del gran drag贸n.

«Buena la he hecho», pens贸 Leonardo. No hac铆a ni veinticuatro horas que le hab铆an hecho rey y ya hab铆a soltado un drag贸n rojo, poniendo en peligro la vida de sus s煤bditos. Ellos, que hab铆an estado ahorrando penique a penique para comprarle una corona. Entonces Leonardo se ech贸 a llorar.

El Canciller, el Primer Ministro y la nodriza vinieron corriendo a ver qu茅 pasaba. Cuando vieron el libro abierto lo comprendieron todo, y el Canciller dijo:

—¡Qu茅 rey m谩s malo! M谩ndelo a la cama sin cenar, nodriza, para que se d茅 cuenta de lo que ha hecho.

—Quiz谩, se帽or —dijo el Primer Ministro—, deber铆amos primero averiguar qu茅 es exactamente lo que ha hecho.

Entonces Leonardo, hecho un mar de l谩grimas, explic贸:

—Es un drag贸n rojo, y se ha ido volando a las colinas. Y lo siento much铆simo y os pido perd贸n.

Pero el Primer Ministro y el Canciller ten铆an cosas m谩s importantes que hacer que pararse a pensar si perdonaban o no a Leonardo. Por el momento, salieron corriendo a consultar a la Polic铆a a ver qu茅 pod铆a hacerse. Todo el mundo hizo lo que pudo: se organizaron comit茅s, se formaron turnos de vigilancia, se pusieron centinelas para avisar… pero el drag贸n se hab铆a quedado en las colinas, as铆 es que no pudieron hacer nada.

La fiel nodriza, mientras tanto, no hab铆a olvidado sus obligaciones: le dio un buen cachete al rey y le meti贸 en la cama sin cenar y, cuando oscureci贸, ni siquiera le llev贸 una vela para que pudiera leer.

—Eres un rey muy malo —le dijo—. Y no te querr谩 nadie.

Al d铆a siguiente el drag贸n tampoco se present贸, aunque algunos de los s煤bditos de Leonardo que disfrutaban de una vista especialmente aguda llegaron a afirmar que hab铆an visto, entre los 谩rboles, el resplandor rojizo de sus alas.

Leonardo se puso la corona, se sent贸 en el trono y dijo que quer铆a hacer algunas leyes.

No tengo que deciros que aunque ni el Primer Ministro, ni el Canciller, ni la nodriza, ten铆an una gran opini贸n del buen juicio de Leonardo (a veces incluso le daban alg煤n que otro cachete y le mandaban a la cama sin cenar), no dejaban de reconocer que en el momento en que se sentaba en el trono y se pon铆a la corona se volv铆a infalible (lo cual quiere decir que todo lo que dec铆a estaba bien dicho y que nunca se equivocaba). As铆 es que dijo:

—Hago una ley que proh铆be a la gente abrir libros en el colegio o en cualquier otro sitio —y aqu铆 cont贸 con el apoyo de por lo menos la mitad de sus s煤bditos, mientras que la otra mitad (las personas mayores, claro) hizo como si creyera que ten铆a raz贸n.

Despu茅s hizo una ley ordenando que todo el mundo tuviese siempre lo suficiente para comer. A todo el mundo le gust贸 mucho esta ley, menos, naturalmente, a los que siempre hab铆an tenido demasiado.

Y despu茅s hizo unas cuantas leyes m谩s, todas igual de buenas, y las mand贸 escribir, y luego se fue a casa a hacer flanes de arena y lo pas贸 estupendamente. Y le dijo a la nodriza:

—La gente me querr谩 mucho, ahora que he hecho tantas leyes buenas.

Pero la nodriza le contest贸:

—No cantes victoria demasiado pronto, lucero m铆o, que todav铆a no has terminado con el drag贸n.

Al d铆a siguiente era s谩bado y, de repente, por la tarde, el drag贸n apareci贸 por el prado en toda su espantosa rubicundez y arras贸 el campo de f煤tbol, con 谩rbitros, jueces de l铆nea, porter铆as y todo lo dem谩s. La gente se puso furiosa y dijo:

—M谩s nos hubiera valido ser una Rep煤blica. Qu茅 l谩stima del dinero que hemos estado ahorrando todos estos a帽os para comprar la corona…

Y los enterados movieron a la cabeza y pronosticaron un negro futuro a la Liga para el Fomento del Deporte. En realidad, despu茅s de aquello, el f煤tbol tard贸 mucho tiempo en volver a hacerse popular.

Durante aquella semana Leonardo hizo todo lo que pudo para demostrar que era un buen rey, y la gente casi le hab铆a perdonado que hubiera dejado salir al drag贸n del libro.

—Despu茅s de todo —dec铆an—, el f煤tbol es un juego peligroso y quiz谩 sea mejor no animar a la gente a que lo practique.

La opini贸n popular manten铆a que los futbolistas, que eran bastante brutos, hab铆an tenido un encuentro tan desagradable con el drag贸n que el pobre bicho se hab铆a ido a un sitio donde s贸lo se jugaba a la china y a otras cosas por el estilo, que son juegos pac铆ficos que no le vuelven a uno tan animal.

De todas maneras, el Parlamento se reuni贸 el s谩bado por la tarde, a una hora en que la mayor铆a de los Miembros pudiese asistir, para tratar del asunto del drag贸n. Por desgracia, el drag贸n, que s贸lo estaba durmiendo, se despert贸 porque era s谩bado y se dirigi贸 al Parlamento. Un poco despu茅s, s贸lo quedaban unos cuantos Miembros. Se intent贸 reunir otro Parlamento, pero ser Miembro del Parlamento se hab铆a convertido ya en algo tan impopular como ser futbolista y nadie quer铆a resultar elegido, as铆 es que se las tuvieron que arreglar sin Parlamento.

Al llegar el s谩bado siguiente, todo el mundo estaba un tanto nervioso, pero ese d铆a el drag贸n se encontraba muy tranquilo y s贸lo se comi贸 un Orfelinato.

El pobre Leonardo lo estaba pasando muy mal. Comprend铆a que hab铆a sido su desobediencia la causa del problema del Parlamento, y del Orfelinato, y de los futbolistas, y pensaba que no ten铆a m谩s remedio que hacer algo. Pero ¿qu茅 pod铆a hacer?

El ave azul que hab铆a salido del libro sol铆a cantar en la rosaleda de palacio, y muy bien por cierto, y la mariposa era muy sociable y se le posaba en el hombro cada vez que sal铆a al jard铆n. Por eso Leonardo pens贸 que no todo lo que sal铆a de El libro de los animales eran monstruos como el drag贸n, y se dijo:

«¿Y si sacara del libro un animal que pudiera luchar contra el drag贸n?».

De modo que cogi贸 El libro de los animales y se fue con 茅l a la rosaleda, y mir贸 la p谩gina siguiente a la del drag贸n. La mir贸 s贸lo un poquito, abriendo una rendijita para ver qu茅 clase de animal ven铆a y c贸mo se llamaba. S贸lo pudo ver el final del nombre: «cora», pero not贸 que, hacia el centro de la p谩gina, el libro se hinchaba como si el animal quisiera salirse y lo cerr贸 r谩pidamente, y hasta se sent贸 encima para que no se le escapara. Despu茅s lo asegur贸 con los cierres de rub铆es y turquesas y mand贸 venir al Canciller, que, por haber estado enfermo el s谩bado anterior, se hab铆a salvado de que el drag贸n se lo comiera como a los dem谩s Miembros del Parlamento. Y le pregunt贸:

—¿Conoce usted alg煤n animal que tenga un nombre que termine en «cora»?

Y el Canciller le contest贸:

—Claro que s铆: la mant铆cora.

—¿Qu茅 clase de animal es la mant铆cora? —quiso saber el rey.

—Es el enemigo jurado de los dragones —dijo el Canciller—. Le gusta chuparles la sangre. Es un animal amarillo, con cuerpo de le贸n y cara de persona. Ojal谩 tuvi茅ramos unas cuantas mant铆coras aqu铆. Qu茅 mala suerte que la 煤ltima muriera hace cientos de a帽os.

Entonces el rey fue corriendo y abri贸 el libro por donde estaba la palabra que terminaba en «cora», y all铆 estaba el dibujo de la mant铆cora, amarilla, con su cuerpo de le贸n y su cara de persona, tal como hab铆a dicho el Canciller. Y debajo del dibujo estaba escrito el nombre: «Mant铆cora».

Al cabo de unos minutos, la mant铆cora, so帽olienta, sali贸 del libro frot谩ndose los ojos con las manos y maullando lastimeramente. Ten铆a un aire bastante est煤pido, y cuando Leonardo le dijo, empuj谩ndola suavemente: «Anda, venga. Vete a luchar contra el drag贸n», ech贸 a correr con el rabo entre las piernas.

Fue a esconderse detr谩s del Ayuntamiento y por la noche, mientras la gente estaba durmiendo, aprovech贸 para salir y comerse todos los gatitos de la ciudad. Y cada vez maullaba m谩s.

Y el s谩bado por la ma帽ana, cuando la gente se estaba preguntando si no habr铆a peligro en salir a la calle, o si har铆an mejor qued谩ndose en casa dado que el drag贸n no parec铆a tener hora fija para presentarse, la mant铆cora se dedic贸 a recorrer las calles; se bebi贸 todas las botellas de leche que el lechero hab铆a ido dejando a las puertas de las casas y despu茅s se comi贸 las botellas.

Acabando estaba la 煤ltima cuando apareci贸, en lo alto de la calle, el drag贸n, que ven铆a a buscarla. La mant铆cora se llev贸 un susto de muerte, porque resulta que no era de la clase de las que luchan contra los dragones, y, como no encontr贸 otro sitio m谩s a prop贸sito, se escondi贸 en el edificio de Correos.

All铆 la encontr贸 el drag贸n, detr谩s de las sacas del correo de las diez, y las sacas no le sirvieron de nada. Los maullidos se o铆an desde los rincones m谩s apartados de la ciudad: todos los gatitos y las botellas de leche que se hab铆a zampado parec铆an haberle dado una fuerza especial a aquellos maullidos.

Despu茅s se hizo el silencio. La gente, que empez贸 a asomarse cautelosamente por las ventanas, pudo ver al drag贸n bajar las escaleras de Correos escupiendo, como de costumbre, fuego y humo, pero esta vez, adem谩s, mechones del pelo de la mant铆cora y pedazos de cartas certificadas. Las cosas se estaban poniendo muy, pero que muy feas, porque por muy popular que el rey llegara a hacerse durante la semana, al llegar el s谩bado el drag贸n siempre hac铆a alguna barrabasada que le indispon铆a con sus s煤bditos.

El drag贸n estuvo dando la lata durante todo el s谩bado, excepto al mediod铆a. Al mediod铆a sol铆a buscar un 谩rbol para echarse una siestecita a la sombra, porque no le conven铆a nada que le diese el sol mucho rato. Y es que hab铆a que ver el calor que estaba haciendo aquel a帽o.

Pero un s谩bado el drag贸n tuvo el atrevimiento de llegar hasta el cuarto de jugar del rey y se comi贸 su caballito de madera. El rey se llev贸 un disgusto tan grande que no par贸 de llorar en seis d铆as: el caballo era su juguete favorito, y adem谩s ten铆a balanc铆n y todo. Al s茅ptimo d铆a estaba tan cansado que dej贸 de llorar. Cuando oy贸 al p谩jaro azul cantar entre las rosas y vio a la mariposa revoloteando entre los lirios, dijo:

—Nodriza, por favor, l谩vame la cara. Ya no voy a llorar m谩s.

La nodriza le lav贸 la cara y le dijo que no fuera tonto.

—Con llorar nunca se arregla nada.

—Pues no s茅 qu茅 te diga —dijo el rey—. Ahora que me he pasado una semana llorando me parece que veo mejor y hasta que oigo mejor. Ahora s茅 que tengo raz贸n. Anda, dame un beso, por si no vuelvo m谩s. Tengo que ir a salvar a mi pueblo.

—Bueno, si crees que tienes que ir, v茅. Pero no te mojes los pies ni te estropees la ropa.

—Vale —dijo el rey. Y se fue.

El p谩jaro azul estaba cantando mejor que nunca, y la mariposa no hab铆a brillado nunca tanto como cuando Leonardo se fue a la rosaleda con El libro de los animales. Lo abri贸 muy deprisa, no le fuera a entrar el miedo y le hiciera cambiar de opini贸n. El libro se abri贸 completamente, casi por la mitad: en la parte de abajo de la p谩gina pon铆a «Hipogrifo», y antes de que Leonardo tuviera tiempo de ver de qu茅 se trataba, oy贸 un batir de alas, y un pisar de pezu帽as, y un relincho muy suave. Y del libro sali贸 un maravilloso caballo blanco, con una magn铆fica crin blanca, con una cola tambi茅n blanca, largu铆sima, con unas enormes alas parecidas a las alas de los cisnes, y con los ojos m谩s dulces y de mirar m谩s cari帽oso del mundo. Y se qued贸 all铆, parado en medio de las rosas.

El hipogrifo frot贸 su rosado hocico, suave como la seda, contra el hombro del rey, y el rey pens贸:

«Si no fuera por las alas, hubiera cre铆do que era mi caballito de madera». (Y el p谩jaro azul sigui贸 cantando mejor que nunca).

De repente, el rey vio venir por el cielo la mole inmensa, amenazadora y humeante, del drag贸n rojo. Pero 茅l ya sab铆a lo que ten铆a que hacer. Cogi贸 El libro de los animales y salt贸 a lomos del encantador hipogrifo, susurr谩ndole al o铆do:

—Vuela, querido hipogrifo, vuela lo m谩s deprisa que puedas al Desierto Pedregoso.

Cuando el drag贸n les vio salir, vir贸 en redondo y vol贸 tras ellos. Agitaba sus alas, que eran rojas como las nubes del crep煤sculo, mientras que las del hipogrifo eran blancas como las nubes que acompa帽an al sol al amanecer.

Los habitantes del pueblo, cuando vieron al drag贸n salir volando detr谩s del hipogrifo y del rey, salieron todos de sus casas para no perderse nada del espect谩culo, pero cuando les perdieron de vista se pusieron en lo peor y empezaron a pensar en lo que se pondr铆an para el luto real.

Sin embargo, el drag贸n no consegu铆a alcanzar al hipogrifo. Las alas rojas, con ser m谩s grandes que las blancas, no eran tan fuertes, as铆 es que el caballito sigui贸 volando, volando, volando, llevando siempre al drag贸n detr谩s, hasta que llegaron al Desierto Pedregoso, que era algo parecido a una playa, s贸lo que en vez de arena ten铆a piedras redondas, y no se ve铆a un 谩rbol, ni siquiera una brizna de hierba, en varias millas a la redonda.

Leonardo se baj贸 del caballo en el mismo centro del Desierto Pedregoso, y r谩pidamente solt贸 los cierres de El libro de los animales y lo dej贸 abierto sobre las piedras. Ech贸 otra vez a correr hacia su caballito, y, apenas hab铆a acabado de montar, cuando lleg贸 el drag贸n. Ven铆a casi sin fuerzas y miraba desesperadamente a su alrededor buscando un 谩rbol, porque acababan de dar las doce, el sol brillaba implacable en el cielo, redondo como una moneda de oro, y no se ve铆a una sombra por ninguna parte.

El caballito vol贸 dando vueltas alrededor del drag贸n, que se retorc铆a sobre las ardientes piedras. El pobre estaba pasando un calor tan espantoso que incluso hab铆a empezado a echar humo, y estaba convencido de que no iba a tardar mucho en echar llamas, a menos que encontrase un 谩rbol que le diese un poco de sombra. Alz贸 las zarpas amenazadoramente hacia el rey y su hipogrifo, pero se encontraba demasiado d茅bil para alcanzarlos y, adem谩s, no quer铆a hacer m谩s esfuerzos para no acalorarse m谩s.

Entonces vio El libro de los animales abierto sobre las piedras, justo por la p谩gina en que pon铆a «Drag贸n» en la parte de abajo. Lo mir贸, dud贸, lo volvi贸 a mirar, y entonces, con un rugido desesperado, se escurri贸 hasta meterse en el hueco de la p谩gina y se sent贸 debajo de la palmera. De lo caliente que estaba, una esquinita de la p谩gina se chamusc贸.

En cuanto Leonardo vio al drag贸n guarecerse bajo la sombra de su palmera, a falta de otro 谩rbol, baj贸 r谩pidamente del caballo y le falt贸 tiempo para cerrar el libro.

—¡Viva, viva! —grit贸—. ¡Lo hemos conseguido!

Y apret贸 muy fuerte los cierres de turquesas y rub铆es. Luego se volvi贸 hacia el caballo:

—Mi querido hipogrifo —le dijo—. Eres el m谩s valiente, el m谩s hermoso, el m谩s…

—Por favor, Majestad —dijo el hipogrifo, ruboriz谩ndose—, que no estamos solos…

Era verdad: estaban rodeados de un mont贸n de gente. Con el pueblo estaban, adem谩s del Primer Ministro, los Miembros del Parlamento, los futbolistas, los ni帽os del Orfelinato, la mant铆cora, el caballo de madera y todos a los que el drag贸n se hab铆a ido comiendo. Como podr茅is suponer, era imposible que el drag贸n los metiera a todos en el libro (hab铆a tan poco sitio que hasta 茅l mismo estaba un poco apretado), as铆 es que tuvieron que quedarse fuera. Se volvieron todos a casa y fueron felices para siempre.

Cuando el rey le pregunt贸 a la mant铆cora d贸nde le gustar铆a vivir, 茅sta le pidi贸 que le permitiese volver al libro.

—Es que, sab茅is, la vida p煤blica no me gusta demasiado —explic贸.

Y como ya se conoc铆a el camino hasta su p谩gina, no hab铆a peligro de que se abriese el libro por otro lado y se volviese a escapar el drag贸n, o algo por el estilo. As铆 es que se volvi贸 a su dibujo y desde entonces no ha salido de all铆: por eso es por lo que nunca ver茅is una mant铆cora, aunque viv谩is cien a帽os, como no sea en un libro de estampas. Ah, por supuesto, tambi茅n se dej贸 los gatitos fuera, porque no hab铆a sitio en el libro, y lo mismo hizo con las botellas de leche.

El caballito de madera pidi贸 que le dejaran quedarse en la p谩gina del hipogrifo.

—Es que —explic贸— he pasado tanto miedo, que de ahora en adelante me gustar铆a vivir en un sitio donde pudiera estar totalmente a salvo de los dragones.

El precioso hipogrifo de alas blancas le ense帽贸 el camino, y all铆 se qued贸 hasta que, al cabo del tiempo, el rey le sac贸 para que jugasen con 茅l sus ta-ta-ta-ranietos.

Y el hipogrifo, por su parte, acept贸 el puesto que dejaba vacante el caballito de madera, y tanto el p谩jaro azul como la mariposa han seguido cantando entre los lirios y las rosas hasta hoy mismito.


lunes, 7 de septiembre de 2020

NARVALES: LOS UNICORNIOS DEL MAR



Pocos animales inspiran tanta fascinaci贸n e intriga como el narval que habita en el 脕rtico: los descubrimientos de su largo colmillo en espiral inspiraron leyendas sobre los unicornios. Pero la verdadera naturaleza del colmillo no es menos extraordinaria. Algunos datos sobre los narvales:

1. Ballena cad谩ver

El t茅rmino "narval" es escandinavo y significa "ballena cad谩ver", que se refiere al color de la piel moteada de color gris-negro de la criatura, el color de un cad谩ver. De hecho, cuando nacen, la piel es rosada: el moteado se desarrolla con la edad y se vuelve cada vez m谩s p谩lido despu茅s de cuatro a帽os. Por lo tanto, la coloraci贸n se puede usar para dar una estimaci贸n aproximada de la edad de un narval.

Algunos narvales viven hasta 100 a帽os, pero la mayor铆a vive alrededor de 60 a帽os.

2. No es un cuerno sino un diente

La caracter铆stica m谩s extraordinaria del narval es el largo colmillo en espiral que siempre rota hacia la izquierda. Nadie est谩 seguro de por qu茅 se tuerce de esta manera.

El colmillo, que mide hasta 3 m de largo, es en realidad un diente canino que emerge del lado izquierdo de la mand铆bula superior, a trav茅s del labio.

Cada macho tiene un colmillo y ocasionalmente dos colmillos, pero menos del 15% de las hembras tiene uno.

3. Una maravilla de la ingenier铆a

El colmillo de narval es una maravilla de la ingenier铆a. Es muy fuerte y muy flexible, lo que es inusual, porque si los materiales son muy fuertes, generalmente no son flexibles.

A diferencia de nuestros propios dientes, el colmillo de narval es suave por fuera y gradualmente se vuelve duro y denso por dentro.

4. El narval y el unicornio

Se cree que los narvales podr铆an ser el origen del mito del unicornio. Los grandes colmillos en espiral del narval, que se cre铆a que eran los cuernos de unicornios, fueron salvaguardados en iglesias desde Londres hasta Cracovia. Los cuernos fueron apreciados por sus propiedades purificantes y saludables; Se dec铆a que las tazas hechas con cuernos pod铆an purificar el agua y detectar sustancias venenosas. 

5. Justar o no justar

La funci贸n del colmillo de narval sigue siendo un tema muy debatido. Muchos investigadores creen que se usa para la seducci贸n sexual, al igual que las astas de un venado. Las hembras suelen aparearse con los machos con colmillos m谩s grandes.

Otras teor铆as sugieren que el colmillo es un 贸rgano sensorial capaz de detectar cambios en el medio ambiente; una ayuda a la navegaci贸n en el hielo; un arma para luchar contra otros narvales y depredadores, y para cazar presas.

6. Pistola paralizante

Los narvales se alimentan principalmente de bacalao 谩rtico, calamar y flet谩n negro. En 2017, las im谩genes de los drones sugirieron que pueden usar su colmillo para golpear y aturdir a los peces cerca de la superficie.

7. Un recurso valioso

Los narvales son venerados y perseguidos por los inuit. La grasa interna y externa del narval se llama maqtaaq, tiene un sabor a nuez y se considera un manjar. La piel es una rica fuente de vitamina C para los inuit, vital cuando vives en el 脕rtico, sin acceso a fruta fresca. Los inuit han utilizado colmillos de narval como palancas para levantar y mover trineos a trav茅s del hielo marino.

8. H谩gase o铆r

Los narvales usan la ecolocalizaci贸n para buscar alimento y navegar; este es el sistema que usan los murci茅lagos en tierra. Producen pulsos de sonido y escuchan los ecos para crear una imagen de su entorno.

Los narvales tambi茅n producen pulsos, llamadas y silbidos que se cree que se utilizan para la comunicaci贸n. Se cree que los narvales producen llamadas individuales o grupales 煤nicas, como los delfines.

9. Vida en el hielo

Los narvales est谩n muy bien adaptados a vivir en regiones heladas. Por ejemplo, carecen de aleta dorsal que les permite viajar m谩s f谩cilmente en el hielo.

Los narvales son buenos para navegar en bloques de hielo, pero no son lo suficientemente fuertes para romper el hielo y, por lo tanto, dependen de las fracturas y grietas en el hielo. Cuando las roturas en el hielo no est谩n disponibles, pueden quedar atrapadas, lo que puede ser fatal.





EL UNICORNIO EN ESCOCIA Y OTROS LUGARES


Escocia es una de las pocas naciones que eligi贸 una criatura mitol贸gica en lugar de una real como su animal nacional, y probablemente la 煤nica naci贸n que eligi贸 un animal que nadie cre铆a que realmente viviera all铆...

Porque el animal nacional de Escocia es el unicornio.

Entonces, ¿por qu茅 Escocia tiene una criatura imaginaria como su animal nacional y de d贸nde provienen realmente el unicornio, sus historias y su tradici贸n?

Los unicornios son tradicionalmente esquivos, cazados sin 茅xito a trav茅s de los bosques, requiriendo la intervenci贸n de doncellas para capturarlos. Y las historias de unicornios son tan esquivas...

Cuando la familia real escocesa adopt贸 el unicornio como s铆mbolo de fuerza y ​​pureza en la 茅poca medieval, lo que result贸 en estatuas de unicornios y s铆mbolos her谩ldicos en castillos y plazas de toda Escocia, se identificaron con un animal poderoso que realmente cre铆an que exist铆a. Pensaron que el unicornio era un animal real, que viv铆a en otro lugar.

¿Pero d贸nde m谩s?

Las historias y la tradici贸n de los unicornios tienen una amplia difusi贸n geogr谩fica:

- Hay una leyenda china sobre una criatura multicolor de un cuerno que predijo grandes eventos. El Qi Lin ten铆a un solo cuerno que era rojo, amarillo, azul, blanco y negro, por lo que no se parec铆a a la elegante bestia de colores sutiles que asociamos con la palabra "unicornio" hoy en d铆a. Pero ten铆a una naturaleza amable, nunca pisaba la hierba viva ni se com铆a una criatura viva. El Qi Lin pareci贸 anunciar el nacimiento de emperadores y tambi茅n el nacimiento del gran sabio Confucio.

- Hay un cuento popular ucraniano sobre un unicornio jactancioso que se niega a subir al arca y luego se las arregla para nadar durante cuarenta d铆as y cuarenta noches, pero cuando se enviaron p谩jaros para encontrar tierra, uno se pos贸 en el cuerno del unicornio y se hundi贸 bajo las olas, para no volver a ser visto nunca.

- Hay una canci贸n infantil en ingl茅s sobre la lucha del le贸n y el unicornio:

El le贸n y el unicornio
luchaban por la corona,
El le贸n venci贸 al unicornio por
toda la ciudad.

(Luego, el verso que no me convenci贸 ni siquiera cuando era ni帽a, sobre un carn铆voro y un herb铆voro a los que se alimentaba con pan y pastel de ciruelas...)

- Hay una historia de los hermanos Grimm sobre un peque帽o sastre valiente que muestra un lado muy diferente del unicornio que creemos que conocemos hoy: nuestro h茅roe tiene la tarea de capturar un unicornio temible y violento, y lo logra enga帽谩ndolo para que cargue hacia un 谩rbol, para que su cuerno se atasque y sea f谩cil de capturar.

Esta historia probablemente est茅 relacionada con un antiguo mito, que puede ser de origen babil贸nico, sobre el le贸n como el sol y el unicornio como la luna, persigui茅ndose por el cielo. El le贸n tambi茅n enga帽a al unicornio para que empale su cuerno en un 谩rbol. Pero esta vez el le贸n se unicornio se come al unicornio en lugar de capturarlo. La persecuci贸n del cielo se repite y se repite, con el le贸n-sol siempre ganando, mientras el unicornio-luna mengua y muere, excepto cuando hay un eclipse y el unicornio-luna gana, brevemente...

- Hay otro cuento popular alem谩n sobre un unicornio que ayud贸 a una bruja a escapar de los soldados y matar a un monje, que est谩 relacionado con una cueva de unicornios: el Einhornehohle cerca de Schwarzfeld.

- Hubo varios cuentos que se generalizaron en Europa hace cientos de a帽os, pero cuyo origen es dif铆cil de precisar, entre ellos:

La tradici贸n de que un unicornio solo puede ser capturado por una virgen, con la imagen completamente poco sutil del unicornio colocando su cabeza con cuernos en su regazo.

Y la historia de una fuente de agua que es envenenada por el veneno de una serpiente, y el unicornio sumerge su cuerno en el agua para eliminar m谩gicamente el veneno y hacer que el agua sea potable para todos los dem谩s animales. Esto puede estar relacionado con un antiguo mito persa sobre un asno gigante con un cuerno en el oc茅ano que limpia el mal del agua.

Esta tradici贸n de lucha contra el veneno llev贸 a que las personas ricas buscaran tazas de cuerno de unicornio y cuerno de unicornio molido para protegerse contra los intentos de envenenamiento. Este valioso comercio disminuy贸 lentamente cuando se demostr贸 que todos esos largos cuernos de unicornio en espiral no proven铆an del ex贸tico este sino del g茅lido norte, porque eran colmillos de narval. Sin embargo, un cuento dice que James VI de Escocia ten铆a una forma m谩s directa de demostrar que un remedio muy costoso no era efectivo contra el veneno: prob贸 veneno mezclado con polvo de cuerno de unicornio en un sirviente, que cay贸 muerto ...

Y hay muchas historias fant谩sticas de exploradores y viajeros, desde los antiguos griegos en adelante, sobre personas que rastrean al asombroso unicornio, o m谩s a menudo sobre haber hablado con alguien que hab铆a hablado con otra persona que afirmaba haber visto un unicornio. Muchos de estos avistamientos de segunda mano pueden haber sido de rinocerontes, en 脕frica e India.

A pesar de las dificultades de inmovilizar a un unicornio (a menos que puedas persuadirlo de que se estrelle contra un 谩rbol), hace tiempo que estoy decidido a contar una historia de unicornio escoc茅s. Finalmente encontr茅 un cuento maravilloso de la comunidad de viajeros escoceses, en The Coming of the Unicorn de Duncan Williamson, sobre un triste rey cuyos magos inventaron una bestia de un solo cuerno (de pedazos de caballo, jabal铆 y le贸n) para animarlo, pero como nunca pudo atrapar a la bestia, en su lugar hizo que esculpiera una estatua. Lo que explica claramente la conexi贸n del unicornio con la realeza, todas esas estatuas escocesas y los aspectos de varios animales en forma de unicornio.

Todas estas historias, incluso las de los lugares donde se cre铆a que viv铆a el unicornio, trataban de una criatura rara, vislumbrada solo fugazmente. Ese escurridizo unicornio ha simbolizado muchas cosas, en muchos lugares y muchas veces. El brillante unicornio comercializado e inofensivo para ni帽os de hoy en d铆a es solo una versi贸n de una criatura que personas de todo el mundo han estado cazando durante milenios...




UNICORNIOS EN LA PREHISTORIA


Una pintura en las cuevas prehist贸ricas de Lascaux, Francia representa un animal con dos cuernos rectos que salen de su frente. 

Se podr铆a pensar que es un unicornio, pero la simple perspectiva del dibujo hace que los dos cuernos parecezcan ser un solo cuerno, recto. 

Pero hay m谩s y es que la especie a la que pertenece esta figura de la figura es desconocida, y es por eso que ha recibido el nombre de "el unicornio". 

Richard Leakey sugiere que, al igual que "el brujo" que se encuentra en Trois-Fr猫res, es un teri谩ntropo, una mezcla de animal y humano, su cabeza es la de un hombre con barba.

Hay informes no confirmados de pinturas abor铆genes de unicornios en Namaqualand en el sur de 脕frica. Un grupo de  estudiantes escribi贸 sobre ellos en su tesis de grado despu茅s de un viaje de estudios en el extranjero. 

Un pasaje del diario de viaje de Bruce Chatwin En la Patagonia (1977) relata su encuentro con un cient铆fico de Am茅rica del Sur que cre铆a que los unicornios estaban entre especies extintas de Am茅rica del Sur, y que fueron cazados hasta la extinci贸n por el hombre en 5000 o 6000 a.d.C. 

Lo mismo dice Chatwin sobre dos pinturas rupestres abor铆genes de unicornios en Lago Posadas (Cerro de los Indios).

Hay una leyenda occidental que tambi茅n habla de una mujer joven llamada Elly que se encontr贸 con un unicornio, y que este llor贸 por ella.  Sus l谩grimas curaron las heridas de su coraz贸n.





JUEGO DE TRONOS

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OTRAS CRIATURAS FANT脕STICAS

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