viernes, 10 de junio de 2016

LA DESTRUCCIÓN DE VALYRIA POR LA MALDICIÓN


La gran belleza de los Valyrios—con su cabello color plata o dorado y ojos en tonalidad de color púrpura no encontrados entre otras razas del mundo—es bien conocida, y a menudo presentada como una prueba de que los Valyrios no eran completamente de la misma sangre que otros hombres. Aunque, hay maestres quienes señalan que, mediante la reproducción selectiva de animales, uno puede hacer resaltar una característica deseable, y que poblaciones en aislamiento con frecuencia pueden mostrar notables variaciones que podrían considerarse fuera de lo común. Esto puede ser una respuesta más probable para el misterio de los orígenes Valyrios, aunque esto no explica la afinidad con los dragones que aquellos con sangre Valyria claramente tenían.

Los Valyrios no tuvieron reyes, en lugar de eso se llamaron el Feudo Franco porque todos los ciudadanos que poseían tierras tenían voz. Se elegían arcontes para ayudar con el gobierno, pero eran elegidos por los señores del Feudo de entre ellos mismos, y por un periodo limitado de tiempo. No era frecuente que Valyria fuera gobernada por una sola familia del Feudo aunque tampoco era del todo imposible.

LOS VALYRIOS APRENDIERON algo deplorable de los Ghiscari: la esclavitud. Los Ghiscari que ellos conquistaron fueron los primeros en ser esclavizados, pero no los últimos. Las montañas ardientes de los Catorce Fuegos eran ricas en minerales, y los Valyrios los anhelaban: cobre y estaño para el bronce de sus armas y monumentos; también hierro para el acero de sus legendarias espadas; y como siempre, también oro y plata para pagarlo todo.

Las propiedades del acero Valyrio son bien conocidas, y son el resultado tanto de plegar el hierro varias veces para balancearlos y remover las impurezas, y el uso de hechizos—o al menos artes que nosotros no conocemos—para darle una fuerza supernatural al acero resultante. Esas artes ahora se han perdido, aunque los herreros de Qohor afirman aún conocer los hechizos para reforjar el acero Valyrio sin que éste pierda su fuerza o su capacidad inigualable para mantener el filo. Las espadas de acero Valyrio que quedan en el mundo pueden contarse por miles, pero en los Siete Reinos hay solo 227 de tales armas según ―Inventarios‖ del Archimaestre Thurgood, desde entonces algunas se han perdido o han desaparecido de los anales de la Historia.

LA MALDICIÓN DE VALYRIA

CON LA DESTRUCCION de los Rhoynar, Valyria pronto consiguió el dominio completo de la mitad occidental de Essos, desde el Mar Angosto hasta la Bahía de los Esclavos, y desde el Mar del Verano hasta el Mar de los Escalofríos. Los esclavos llegaron a raudales al Feudo y rápidamente fueron enviados a trabajar dentro de las Catorce Llamas para extraer el precioso oro y la plata que los señores del Feudo tanto apreciaban. Quizás, también en preparación para cruzar el Mar Angosto, los Valyrios también establecieron su asentamiento más occidental en la isla que llegaría a conocerse como Rocadragón, unos doscientos años antes de la Maldición. Ningún rey se les opuso—y los señores locales que hicieron algún esfuerzo para resistirse se dieron cuenta que la fuerza de Valyria era muy grande. Con sus artes arcanas, los Valyrios levantaron la Ciudadela de Rocadragón.

Dos siglos pasaron—siglos en los que las codiciadas espadas de acero Valyrio empezaron a emerger en los Siete Reinos con mayor rapidez que antes—pero no con tanta rapidez como para complacer a todos los señores y reyes que las deseaban. Y aunque la visión de un señor dragón que sobrevolando la Bahía del Aguasnegras ya no era del todo desconocida, a medida que el tiempo pasaba esto ocurrió con más frecuencia. Valyria sintió que su sentamiento estaba asegurado, y los señores dragón continuaron con sus planes e intrigas en su continente natal.

Y luego, inesperado para todos (salvo tal vez para Aenar Targaryen y su hija doncella Daenys la Soñadora) la Maldición cayó sobre Valyria.

Hasta el día de hoy, nadie sabe con exactitud que causó la Maldición. Muchos dicen que fue un cataclismo natural—una explosión catastrófica causada por la erupción conjunta de los Catorce Fuegos. Algunos septones, menos sabios, afirman que los Valyrios trajeron el desastre sobre ellos debido a sus promiscuas creencias en cientos de dioses, y hurgaron demasiado en su sacrilegio desatando los fuegos de los Siete Infiernos sobre el Feudo.

Un puñado de maestres influenciados por fragmentos de la obra del Septon Barth, sostienen que Valyria había usado hechizos para contener las Catorce Llamas por miles de años, que su incesante hambre de esclavos y riquezas era, tanto para sostener estos hechizos como para expandir su poder, y que cuando al fin esos hechizos decayeron, el cataclismo fue inevitable.

Acerca de esto, algunos afirman que fue la maldición de Garin el Grande, quien al fin obtuvo su venganza. Otros hablan de los sacerdotes de R‘hllor invocando los fuegos de su dios en extraños rituales. Algunos, enlazando la noción fantástica de la magia Valyria con la realidad de las ambiciosas casas Valyrias, argumentan que el incesante conflicto y engaño entre estas grandes casas lo que pudo desencadenar el asesinato de muchos de los respetados magos que renovaban y mantenían los rituales que contenían las llamas de los Catorce Fuegos.

La única cosa que se puede decir con certeza es que fue un cataclismo como el mundo no había visto nunca antes. El antiguo y poderoso Feudo Franco—hogar de dragones y hechiceros de inigualable habilidad—fue arrasado y destruido en cuestión de horas. Se dice que cada colina en quinientas millas a la redonda se rompió en pedazos llenando el aire con cenizas, humo y fuego tan caliente y voraz que incluso los dragones que los sobrevolaban fueron engullidos y consumidos. Grandes grietas se abrieron en la tierra, tragándose palacios, templos, y pueblos enteros. Los lagos hirvieron y se convirtieron en ácido, las montañas explotaron, fuentes ardientes expulsaron roca fundida a mil pies de altura, y nubes rojas llovieron vidriagón y sangre negra de demonios. Hacia el norte, el suelo se resquebrajó y colapsó sobre sí mismo, y la inundó un mar furioso de agua hirviendo.

La ciudad más orgullosa del mundo desapareció en un instante, el legendario imperio se desvaneció en un día. Las Tierras del Largo Verano—una vez las más fértiles del mundo—fueron arrasadas, inundadas y destruidas, y continuaron cobrando vidas incluso en el siglo siguiente.

Tras el súbito vacío empezó el caos. Los señores dragón estaban reunidos en Valyria como era su costumbre... a excepción de Aenar Targaryen, sus hijos y sus dragones, que habían volado a Rocadragón y así escaparon de la maldición. Algunos relatos afirman que unos pocos más también sobrevivieron... por poco tiempo.

Se dice que algunos señores dragón en Tyrosh y Lys se salvaron, pero en la apremiante conmoción política que siguió a la Maldición, ellos y sus dragones fueron asesinados por los ciudadanos de las Ciudades Libres. En cambio, las historias de Qohor afirman que un señor dragón que pasaba de visitaba, Aurion, reunió fuerzas de los colonos Qohorienses y se autoproclamó Emperador de Valyria. Él voló hacia Valyria, montado en su gran dragón, seguido por un ejercido a pie de treinta mil hombres, para reclamar lo que había quedado de Valyria y restablecer el Feudo. Pero ni el Emperador Aurion ni sus huestes fueron vistos de nuevo.

La época de los dragones en Essos llegaba a su fin.

Volantis, la más poderosa de las Ciudades Libres, pronto hizo reclamo sobre la soberanía de Valyria. Hombres y mujeres nobles de sangre Valyria, que no eran señores dragón, entraron en guerra con las otras ciudades. Los tigres, como se hacían llamar aquellos que abogaban por la conquista, guiaron a Volantis hacia un gran conflicto con las otras Ciudades Libres. En un principio, sus flotas y ejércitos tuvieron gran éxito controlando Lys y Myr, y comandando las los dominios sureños en el Rhoyne. Fue cuando se extralimitaron, e intentaron apoderarse también de Tyrosh, que su floreciente imperio colapsó. Temerosa del ataque Volantino, Pentos se unió a los Tyroshi en la resistencia. Myr y Lys se rebelaron, y el Señor del Mar de Braavos proporcionó una flota de cien navíos para ayudar a Lys. Además, el Rey Tormenta de Poniente, Argilac el Arrogante, guió una hueste hacia las Tierras de la Discordia—a cambio de la promesa de oro y gloria—que derrotó a los regimientos Volantinos que intentaban recuperar Myr.

A raíz de todos estos conflictos, y las luchas que continuaron hasta estos días sobre las Tierras de la Discordia, la plaga de las Compañías Libres nació y echo raíces. Al principio, estas bandas de mercenarios simplemente peleaban por aquellos que les pagaban. Pero hay algunos que dicen, que cuando la paz se instauraba, los capitanes de estas Compañías Libres instigaban nuevas guerras para sustentarse, y beneficiarse con los saqueos.

Cerca del final, incluso el futuro Conquistador, el todavía joven Aegon Targaryen, se involucró en el conflicto. Sus antepasados siempre miraron hacia el este, pero su atención desde una edad temprana había estado centrada en el oeste. Sin embargo, cuando Pentos y Tyrosh se le acercaron, invitándolo a unírseles en una gran alianza en contra de Volantis, él los escuchó. Y por razones que aún desconocemos, decidió aceptar su propuesta… hasta cierto punto. Montando en el Terror Negro, se dice que voló hacia el este, reuniéndose con el Príncipe de Pentos y los magísteres de la Ciudad Libre, y desde ahí voló sobre Balerion hasta Lys, justo a tiempo para abatir una flota Volantina que se preparaba para invadir aquella Ciudad Libre.

Volantis sufrió más derrotas—en el Lago Daga, donde las galeras de fuego de Qohor y Norvos destruyeron gran parte de la flota Volantina que controlaba el Rhoyne; y en el este donde los Dothraki empezaron a salir como un enjambre del Mar Dothraki, dejando, a su paso, ciudades y pueblos en ruinas mientras atacaban a la debilitada Volantis. Al final, los elefantes—la facción Volantina que favorecía la paz, y que estaba formada en su mayoría por los adinerados comerciantes y mercaderes que habían sufrido bastante con la guerra—les arrebataron el poder a los tigres, quienes favorecían la conquista, y pusieron fin al conflicto.

En cuanto a Aegon Targaryen, poco después de su intervención en Lys, está escrito que perdió todo interés en los asuntos del este. Pensando que el reinado de Volantis había llegado a su fin, voló de regreso a Rocadragón.

Y entonces, cuando las guerras en Essos dejaron de ser un problema, volvió su mirada hacia el oeste.

El Feudo Franco de Valyria y su imperio fueron destruidos por la Maldición, pero la destrozada península aún existe. Historias extrañas se cuentan sobre ella hoy en día, cuentos sobre demonios que atormentan el Mar Humeante donde una vez estuvieron los Catorce Fuegos. De hecho, el camino que une Volantis con la Bahía de los Esclavos llego a ser conocido como ―el camino del demonio‖ y es evitado por los viajeros más sensatos.

Los hombres que se atreven a entrar al Mar Humeante no regresan, como Volantis aprendió durante el Siglo de Sangre, cuando desapareció una flota que había sido enviada para reclamar la península. Existen rumores extraños sobre hombres viviendo entre las ruinas de Valyria y en las ciudades circundantes de Oros y Tyria. Pero muchos refutan dichos rumores, alegando que la Maldición aún perdura en Valyria.

No obstante, algunas de las ciudades alejadas del corazón de Valyria permanecen inhabitadas—lugares fundados por el Feudo y sujetos al mismo. El más siniestro de estos es Mantarys, un lugar donde se dice que los hombres nacen deformados y monstruosos; algunos atribuyen esto a la cercanía de la ciudad al camino del demonio. La reputación de Tolos, donde se encuentran los mejores honderos del mundo, y de la ciudad de Elyria en su isla, es meno siniestra, y meno notable también, ya que estas hicieron tratados con las ciudades Ghiscari en la Bahía de los Esclavos y por tanto, evitaron verse involucradas en cualquier intento por reclamar el corazón ardiente de la destrozada Valyria.

 
 
Fuente: George R.R. Martín
El Mundo de Hielo y Fuego.
 
 
 

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