La antigua ficción lo quiere así: el unicornio no es atraído más que por la mujer virgen, y no se confía más que a ella sola.
En el Traicté des Propriétez des Bestes se asegura que si el unicornio es engañado sobre la integridad de la mujer percibida de lejos y que al acercarse lo decepciona, mata implacablemente a la falsa virgen. Este privilegio, atribuido al unicornio, de representar la pureza parece venirle del antiquísimo Oriente, pues entre los antiguos persas «simbolizaba los animales puros»
«No sólo, agrega Dom Leclercq, el unicornio es el símbolo de la pureza, sino que también es un emblema de Cristo, puro entre los puros.»
Lo cual explica que un cartucho italiano del siglo XV que lleva la cifra del Salvador, IHS, esté sostenido por dos unicornios coronados.
En la misma época, en los «Triunfos» místicos, unos unicornios tiran del carro de la Castidad.
Más antiguamente, a causa de sus lazos con la idea de virginidad, algunos autores sagrados como San Buenaventura en el siglo XIII hicieron que el unicornio simbolizase la Virgen, madre del Salvador, la «Toda Santa» de los bizantinos.
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