En el simbolismo medieval occidental, los dragones o vibras -como también se le llaman en estas tierras- son representados como criaturas traicioneras, de odio y envidia, es decir, la representación de un mundo malvado y venenoso. Generalmente están vinculados con las calamidades, y de forma simbólica –bajo la visión del cristianismo-, como portadores de decadencia, opresión e incluso la herejía.
En la cristiandad se expresa en varios de sus textos: En el Libro de Job, capítulo 41, vemos a Leviatán, criatura con características de dragón y descrito como: el "Rey de las Bestias", asociándole al demonio. Es por ello, que es imprescindible crear héroes santos, y estos tienen que ser superiores y eliminar ese mal, o como poco, anularlo y reconvertirlo.
Haciendo una comparación Oriente/Occidente, los dragones chinos, japoneses o coreanos, son de tendencia benévola y símbolo de poder y sabiduría. En controversia, en Occidente contaminado por la religión católica, se les da un carácter malévolo y destructivo. Es en ese dogma religioso donde la idea hebrea del dragón que aparece en el apocalipsis
brota y, esas referencias salen constantemente remarcadas en el arte religioso medieval en forma iconográfica del pecado y el triunfo de la fe frente al diablo. El simbolismo medieval y la lucha contra los dragones se puede sintetizar como un combate contra el mal, y de un modo esotérico, una lucha interna del Ser frente a sus propios temores, miedos internos y demonios.
En la figura del dragón se pueden los cuatro elementos de la naturaleza, pues esta bestia representa: La serpiente y el ave, como la Tierra y el Aire; la cola de cocodrilo o saurio, a veces también de pescado o anguila, vinculada al Agua, y su característica que lo hace especial: El fuego.
Según el psicólogo Carl Gustav Jung tanto el dragón como la Serpiente en la práctica es el mismo arquetipo. Ambos son una representación de fuerza y poder (prueba de ello es su iconografía en la heráldica y emblemas de grandes linajes).
(…) “Si buscamos nuestra conexión con la serpiente llegamos a la médula espinal y que apunta al alma animal del hombre que le lleva a la oscuridad del cuerpo, en el instinto que uno se reúne en forma animal en el mundo exterior”.
Carl G. Jung.
Erich Neumann, quien fue discípulo de Jung, también profundizó en la figura arquetípica del dragón. Llegando a considerar que el fiero dragón y el héroe en forma de caballero eran dos dimensiones del mismo ser humano.
“La actividad de la conciencia es heroica cuando el ego asume y realiza por sí mismo la lucha arquetípica con el dragón del inconsciente, llevándola a una síntesis satisfactoria”
E. Neumann.
Como hemos podido ver el dualismo simbólico que dispone el dragón queda muy reflejado en la concepción occidental, muy ligada a la religión, y así lo contempló y expresó Jung cuando en su obra Psicología y Alquimia cita:
“La contraposición de lo luminoso y bueno, por un lado, y de lo oscuro y malo, por otro, quedó abandonada abiertamente a su conflicto en cuanto Cristo representa al bien sin más, y el opositor de Cristo, el Diablo, representa el mal. Esta oposición es propiamente el verdadero problema universal, que aún no ha sido resuelto”
Según esta breve exposición se podría concluir que: “Si matas al dragón ganas a tus miedos, y con ello, puedes controlar los elementos o energías, y en definitiva, tus propios demonios”.