Parece una ironía que George Raymond Richard Martin empezara a escribir grandes epopeyas fantásticas porque su imaginación se veía coartada por el medio televisivo.
El veterano de la televisión empezó a sentirse frustrado por todas aquellas restricciones. Dice que «se quejaban de que mis guiones eran demasiado largos y demasiado caros. Siempre tenía que recortarlos. Había demasiados personajes y matte painting. No podíamos tener todos aquellos decorados pintados ni la gigantesca escena de batalla que había escrito porque solo podíamos permitirnos doce extras. Así que cuando volví a los libros, me dije:
“Ya no volveré a preocuparme por nada de eso. Voy a escribir una historia que será tan gigantesca como yo quiera. Voy a tener centenares de personajes, batallas descomunales, paisajes y castillos magníficos; todas las cosas que no podía hacer en televisión, voy a hacerlas en esos libros, y espero que le guste a la gente.” Y ahora estamos haciéndolo para la televisión. Pero afortunadamente son David y Dan [Benioff y Weiss] los que tienen que resolver todos los problemas, no yo».
Martin nació en Nueva Jersey el 20 de septiembre de 1948, en un complejo de viviendas de protección oficial cerca de los muelles de Bayonne. Desde que era muy pequeño estaba claro que tenía una gran imaginación, la cual le permitía vender historias de monstruos a los niños del barrio para ganarse algo de dinero. Cuando murieron unas tortugas que tenía, escribió una historia de un reino mítico en el que las tortugas se mataban entre sí para hacerse con el poder. En unas declaraciones a la revista Rolling Stone decía:
«Yo tenía un mundo que medía cinco manzanas de largo. Mi casa estaba en la calle Primera y la escuela, en la calle Quinta, pero mi imaginación quería un mundo, así que leía sobre planetas lejanos, sobre la antigua Roma, sobre Shanghái y sobre Gotham City.»
Martin devoraba los cómics de superhéroes, sobre todo los de la Edad de Plata de la Marvel, a los que se les reconoce el mérito de haber añadido una sensación de realismo y una perspectiva más humana que la de sus invulnerables y un poco sosos predecesores. Ávido coleccionista, ahora tiene una enorme colección de títulos entre los que figuran los primeros números de Spiderman y Los Cuatro Fantásticos.
Tras haberse declarado objetor de conciencia para no tener que ir a la guerra de Vietnam, Martin estudió periodismo, al mismo tiempo que continuaba escribiendo para forjarse una carrera llena de éxitos. Fue nominado a dos prestigiosos premios Hugo, aunque no llegó a ganarlos. En 1976 ayudó a organizar la primera Fiesta Anual de Perdedores del Hugo.
Ha admitido el fracaso sorpresa de The Armageddon Rag en 1983: «Acabó con mi carrera de novelista, momentáneamente. [...] Crecer pobre como lo hice yo, un niño de
Más adelante Martin explicó que aquella decepción lo impulsó a volver a escribir libros:
«En todo caso los libros siempre habían sido mi primer amor, así que aquel fue el momento en el que empecé a escribir lo que acabaría siendo Juego de Tronos.»
« Las viviendas de protección oficial de Bayonne, Nueva Jersey, te hace ser consciente de la facilidad con que puede desaparecer el dinero. Tardé un año en escribir The Armageddon Rag y me pagaron cien mil dólares por ella. Entonces pensé que podía ganar cien mil dólares al año, lo cual fue un error enorme. Me compré una casa y un coche nuevo, pero el libro no se vendió nada. Tuvimos que pedir una segunda hipoteca y empecé a pensar en cómo me las arreglaría para pagar mis deudas.»
Lo que hizo fue recurrir a la televisión, que lo contrató para revitalizar La dimensión desconocida y para que le diera un nuevo enfoque al clásico La bella y la bestia, protagonizado por Linda Hamilton, la actriz de Terminator. En 1987, su novela corta Nightflyers fue adaptada en un largometraje titulado Nightflyers, La nave viviente.
Hablando de su época en Hollywood al Chicago Tribune, dijo:
«Había cosas que me encantaban y cosas que odiaba. Pero lo que estuvo muy bien de aquellos cinco años fue que yo formaba parte de una plantilla de escritores que generaban los guiones de las series que se estaban emitiendo. Yo escribía un guion y lo reescribíamos; a veces había enfrentamientos con la cadena o con el estudio o con los censores, pero, al final, las cosas se resolvían de una manera o de otra y entonces la serie pasaba ante la cámara. Luego, un par de semanas después estaba en antena y la veían millones de personas.»
Sin embargo, cuando empezó a desarrollar su propia serie Martin empezó a sentirse frustrado por el proceso:
«Y aquel era el proceso al que digamos que acabé habituándome, pero durante los segundos cinco años que estuve allí había llegado a un punto que hacía pilotos, hacía largometrajes, hacía desarrollo... El acuerdo que tenía con la Columbia abarcaba todo; por algo lo llaman el infierno del desarrollo. Me encontraba escribiendo guiones y trabajando en algo durante un año o, a veces, dos y de pronto: “No, ese no vamos a hacerlo. No, la otra cadena está haciendo algo similar. ¡Ah!, tenemos otra serie que nos gusta más.” Así que te habían pagado un montón de dinero, pero aquellos tipos de la sala eran las únicas personas que lo verían. Decidí que no podía seguir haciendo eso. Era demasiado frustrante. Me estaba sacando de quicio.
»Es posible que lo más frustrante fuera el piloto que más cerca estuvo de grabarse. Escribí un guion titulado Doorways, quizás el único de los que escribí que llegó a grabarse, y a todo el mundo le encantó. Era para la ABC. Iban a emitirlo y encargaron seis guiones de reserva, lo que por aquel entonces era un pedido enorme para ese tipo de guiones. Entonces hubo cambios de personal; algunos ejecutivos se fueron y a otros los ascendieron, y, de pronto, ya no estábamos en antena: me encontraba de nuevo en la casilla de salida. Escribí unos cuantos pilotos más y todo eso, pero que Doorways no consiguiera llegar a estar en antena me quitó las ganas de seguir.»
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