El Reino de la Tierra es muy suave. La tierra es una fuerza divina, que consigue marcar la huella visible. Es la forma y la norma divina.
La vida, en su peregrinación donada por la Madre Tierra, sobre la tierra crece y en la tierra muere, se pierde de nuevo y de nuevo se encuentra, en un nuevo ciclo que se retuerce en espiral.
Así se crea la cara de la tierra desde la actual luz. Ofrece un hogar maravilloso, es cariñosa en su Ser. Nos abastece con todo en su salón divino. Los seres de las piedras, de las plantas, de los animales, hombres-niños y otras criaturas, aquí encuentran reposo en ella.
Mucho procede de ella y a ella retorna de nuevo en el ciclo infinito hacia la suerte. Aquí se puede configurar el desarrollo de la vida.
El espíritu de la tierra que traspasa la vida, la Madre Tierra nos canta en el sueño. Despertémonos en su Ser, así que retornemos a la morada del alma.
En cantidad y medida, en el espacio y el tiempo, en el límite y la transformación muestra la luz de la acción.
«Reconoced el templo de la luz de la naturaleza, abrid los ojos, la puerta del corazón. Entrad en el mundo verdadero, el que lo ilumina todo con su he!».
«Conocer la tierra y quererla significa tener raíces y formar parte del ciclo de la vida.»
ANNE WILLSON SCHAEF
Mensajes de los primeros pobladores
La sustancia originaria de la tierra era al principio cristalina, pura y clara y en otro nivel, en otra dimensión, aún permanece así.
Por aquel entonces la naturaleza brillaba en todo su esplendor y colorido, y las distintas criaturas trabajaban mano a mano en el alzamiento constante de su energía. El ciclo de comer y ser comido todavía no existía, pues todos se nutrían de la luz divina. Esta sustancia originaria era la huella visible del espíritu puro.
A causa de la ruptura de los seres humanos con lo divino y la destrucción constante de la unidad del todo, la energía cada vez se condensó más en lo que hoy es. La consecuente pérdida de energía creó carencias a partir de las cuales se desarrollaron formas originarias puras, formas oscuras. Se creó un mundo de polaridades, de antagonismos: día y noche, claro y oscuro, bueno y malo, etc.
Los seres que se encuentran en la tierra protegen, conservan y aceptan estas dos partes, que se desdoblan en matices muy variados, en el consciente del ser humano. Los seres elementales de la tierra llevan en sus rasgos puros, originarios, las propiedades divinas del mantenimiento, del abastecimiento, de la protección, de la abundancia, de la dedicación, de la constancia, de la estabilidad, del trabajo, del esfuerzo, del amor, de la dedicación, de la configuración, de la formación, de los rituales, de la tradición, etc. Ellos constituyen y conservan con su amor el paraíso en la tierra.
Por culpa del lado oscuro del ser humano se desfiguró una parte de su exterior, volviéndola fea y deplorable. La causa de esta degeneración es la falta de conciencia y la codicia del ser humano. Las personas adquirieron propiedades negativas de todo tipo: rabia, crueldad, venganza, pereza, desidia, odio, violencia. Actualmente los seres de la tierra llevan consigo todas las fuerzas, las oscuras y las claras.
El Elemento Tierra es parte de nosotros, y nosotros somos parte de él. No podemos huir de la tierra. Nuestro cuerpo es nuestro traje terrenal, es el templo de la luz de nuestra alma. Según como utilicemos nuestra luz, nuestra fuerza y nuestro poder, se mostrarán en nuestro entorno los seres elementales de la tierra. Nosotros los creamos con nuestra actitud.
Al mirar el mundo, vemos el espejo de nuestra alma. Podemos reconocer dónde reposa nuestra mirada, nuestro foco. Podemos curar y transformar, o matar y destruir. Todo lo que hacemos afecta al estado general de la Tierra, se refleja tanto en el microcosmo como en el macrocosmos. Podemos pedir a los seres naturales que nos ayuden y nos apoyen si queremos equilibrar en nosotros el Elemento Tierra.
La iniciación a la tierra es la muerte ritual; el iniciado experimenta la fuerza de la vida real y la inmortalidad de su energía. Para los iniciados, la muerte es un paso hacia otro ciclo, para los no iniciados la muerte es una despedida dolorosa y para siempre.
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