viernes, 24 de septiembre de 2021

EL VESTUARIO DE JUEGO DE TRONOS


Siguiendo en la línea de Juego de Tronos como serie que rompe los cánones de su género, cuando se le pidió a la diseñadora de vestuario Michele Clapton que designara un episodio como candidato a un premio Emmy, no eligió, como sería de esperar, aquel en el que se lucen los preciosos trajes que lleva Lena Headey en el papel de Cersei ni el del vestido inspirado en Alexander McQueen que hizo para Margaery. Tampoco quiso destacar los diseños, tan recargados como extravagantes, que adornan la opulenta ciudad de mercaderes que es Quarth, por ejemplo. Para sorpresa de mucha gente, se decantó por lo menos obvio y escogió la nada elegante indumentaria mísera de un episodio de la segunda temporada: «El príncipe de Invernalia.» Así lo explicaba: «Hay una gran trampa en la que la fantasía cae a menudo: el vestuario no se acopla al entorno. Nosotros intentamos conferirle una realidad basada en el terreno, el clima y las materias primas. Quiero que se puedan oler los trajes.»

Clapton se prepara a fondo para cada temporada. Se reúne con sus diseñadores unos cuatro meses antes de filmar para decidir la dirección que seguirán en los siguientes episodios, qué personajes hay que incorporar y qué estilo le corresponde a cada grupo. Estaba claro que para el Norte, era el de la Inglaterra medieval; por su parte, para los dothraki era adecuado el aire de los beduinos, y para la gente de Más-Allá-del-Muro, el de las tribus esquimales.

En unas declaraciones al LA Times contaba: «Es de lo más emocionante porque podemos ir prácticamente a cualquier sitio con tal de que tenga sentido. Si viven en una isla rocosa con mucho viento, como es el caso de los Greyjoy, visten en consecuencia: llevan ropa confeccionada con telas gruesas con una urdimbre muy recia, y untada y pintada con aceite de pescado para que no se cuele a través de ella el viento. Todo tiene alguna razón.

»Hicimos todo el vestuario de la gente del norte a base de pieles. Para investigar, nos fijamos en los esquimales y en los habitantes del Tíbet; intentamos fijarnos en pueblos pertenecientes a distintos momentos de la historia para ver cómo se hubieran vestido en aquel entorno. Asimismo examiné las pinturas rupestres de Lascaux, en Francia; tienen unas representaciones de animales maravillosas. Decidimos que cada vez que los cazadores mataran un animal, tendrían que pintarlo sobre la ropa que llevaran. Cuanto mejor cazador, más cubierto de esas pinturas. Creo que visualmente es muy potente. La constante era buscar maneras de mostrar quién es el que manda.»

A Clapton también se le dio libertad para desviarse del libro si era necesario; por ejemplo, se quitaron los guerreros del arcoíris del rey Renly porque Clapton no creía que pudieran saltar del libro a la imagen. Y, además, se le permitió usar la imaginación: «A partir de aquellas conversaciones creamos una especie de esquema ambiental para cada nuevo lugar y empecé a dibujar bocetos para los personajes principales. Por otra parte, fuimos a Italia, París y Madrid a mirar telas, además de rebuscar en Londres, sobre todo en Sheperds Bush, Chelsea Harbour y Berwick Street.»

Tras semanas de investigación, Clapton va a los talleres, que es donde están sus cortadores, delineantes y armeros. Prefiere que sea su equipo el que confeccione la mayor parte posible del vestuario y de los objetos porque es «práctico y hace que te sientas mucho más satisfecho. Tenemos tejedores, bordadoras y estampadores, así que buena parte del vestuario es una creación nuestra por completo. Lo que llevan las esposas de la familia Craster, por ejemplo, se tejió a partir de rafia, pieles de conejo y plumas, y después lo envejecimos en nuestras salas de desgaste. De la misma forma, el vestido dothraki de Daenerys se confeccionó aquí. Cada temporada intentamos comprar menos vestuario, aunque a veces tenemos que encargar piezas para los extras fuera del taller por razones de tiempo y de la cantidad que vamos a necesitar, pero aun así intentamos acabarlo sobre el terreno».

De ahí, a la filmación. Después de todo el esfuerzo de crear ese vestuario, gran parte de él se confunde con el fondo y queda oculto a los ojos del espectador, sin importar la cantidad de sangre y lágrimas de artesanía que se haya invertido en él. La grabación también encierra unos cuantos retos para Clapton: «Algo muy serio es ¡que los niños no paran de crecer! En todos los sentidos, quiero decir: ¡hacia fuera y hacia arriba! Pero aparte de eso, a veces no puedes ver al actor hasta que falta muy poco para filmar y, en ese momento, ya hemos progresado mucho con la armadura. Por ejemplo, la idea es que Brienne parezca un hombre; sin embargo, hagas lo que hagas, las mujeres tienen caderas. Empezamos a hacer que las líneas de la armadura se alejaran de la cintura y, poco a poco, empezó a parecer más masculina; al mismo tiempo, la armadura también tenía que ser funcional.»

Igual que los vestidos, la peluquería de la serie, diseñada por Kevin Alexander, hace que lo que vemos tenga un gran atractivo visual. En la serie se utilizaron alrededor de treinta pelucas. Emilia Clarke, Lena Headey, Carice van Houten y Natalie Dormer han llevado postizos capilares que cuestan alrededor de siete mil dólares cada uno y están hechos con pelo procedente de India y Rusia. Para cuidar esas costosas pelucas, se lavan y se peinan cada pocos días y se miman con delicados productos cosméticos.

Sophie Turner, que interpreta a Sansa, tiene el pelo rubio y como es adolescente se decidió que no querían oxigenárselo; en lugar de ello prefirieron emplear alrededor de cuatro tonos de acuarela distintos; el efecto dura unos diez días y hay que retocarlo constantemente. Por su parte, Jack Gleeson, cuyo pelo natural es oscuro, necesita que se lo retoquen cada día, así como llevarlo corto: eso le da un aspecto más juvenil para el papel del malvado joven rey Joffrey, que aparece con el rubio típico de los Lannister.

No obstante, no todo es tan glamuroso y elegante: para el aspecto campesino se utilizan múltiples productos de marca, como Lee Stafford, VO5 Matte Clay, Fudge y Jonathan Dirt, pero también vaselina y tierra en polvo, que por cierto es un producto real.

Se podría pensar que es fácil hacer que una prenda parezca ajada, pero como dijo Clapton: «Si se tarda tres días en confeccionar un traje, se tarda otros tres en destruirlo y romperlo. Cuando los actores lo hayan llevado tres días al sol estará todavía mejor, ¡maduro, en su punto!»

Juego de Tronos no se parece a ninguna otra epopeya fantástica, y Clapton lo atribuye a que no renuncian a la ética del trabajo bien hecho. El proceso de envejecer las prendas y desgastarlas puede ser uno de los que lleve más tiempo, pero es lo que hace a la serie tan distinta de otras que la han precedido. Así lo explicaba al Hollywood Reporter: «Cuando estás grabando en HD, se nota si has confeccionado una prenda o la has desgastado a toda prisa. Te tiras dos semanas desgastándola, poniendo remiendos, tiñendo, reparando. Después la maltratas, la envejeces, y luego vuelves a maltratarla y a remendarla. No puedes limitarte a ponerle un par de parches y mancharla con tierra porque eso es exactamente lo que se verá en los televisores HD.»




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